19 DE JULIO: DÍA DE LA LIBERACIÓN

 


Con el triunfo de la Revolución Cubana el 1º de enero de 1959, el socialismo llegó al hemisferio occidental, demostrándose que sólo con la lucha armada guerrillera era posible el triunfo revolucionario y su consolidación, en la época de las dictaduras militares impuestas por el imperialismo en Nuestra América.
 Por Carlos Fonseca Terán
Esto hizo que surgieran en todo nuestro continente, numerosos movimientos armados revolucionarios. De ellos, el Frente Sandinista de Liberación Nacional, fundado en 1961 en Nicaragua, fue el único que logró alcanzar el triunfo tras 18 años de lucha guerrillera, tomando el poder al derrocar a una de las dictaduras más sanguinarias y sólidas de la región, el 19 de julio de 1979, que es por eso la fecha más importante en la historia de nuestro país.
 
La decisiva influencia de la Revolución Cubana incluyó una enseñanza fundamental: La lucha revolucionaria sólo puede triunfar si se basa en la propia realidad que a través de esa lucha se quiere transformar. Por eso la lucha revolucionaria cubana tuvo como referente fundamental el legado filosófico revolucionario de José Martí, el poeta, escritor y visionario líder revolucionario que había organizado y encabezado la última guerra de independencia de Cuba, muriendo en combate al inicio de ésta, en 1895; legado que fue asumido por Fidel Castro como impulsor y líder de la lucha revolucionaria en una nueva etapa histórica. En consecuencia, al organizar y dirigir la lucha revolucionaria en Nicaragua, Carlos Fonseca llegó a la conclusión de que esa lucha debía tener su propio referente en el proyecto y la acción revolucionaria de Augusto C. Sandino, el líder revolucionario que en una guerra de guerrillas entre 1927 y 1933 había logrado expulsar de Nicaragua a las tropas interventoras norteamericanas, para impulsar todo un programa de transformaciones revolucionarias en el país, a lo cual se disponía cuando fue asesinado a traición en un plan orientado por la embajada de Estados Unidos, y organizado por el hombre de confianza de ese país en Nicaragua, Anastasio Somoza García, ya por entonces Jefe Director de la Guardia Nacional, creada a imagen y semejanza de las tropas interventoras y cuyo primer Jefe Director había sido un militar norteamericano.
Con el asesinato de Sandino en 1934 se interrumpe por largo tiempo la lucha revolucionaria en Nicaragua, que resurge a finales de los años cincuenta con una serie de levantamientos armados en las montañas de Nicaragua, impulsados por el ejemplo de la lucha revolucionaria en Cuba y al mismo tiempo por un acontecimiento crucial, que fue el ajusticiamiento del tirano Somoza García a manos del poeta Rigoberto López Pérez. A Somoza García le sucedió en el poder su hijo Luis Somoza Debayle y poco después, su otro hijo, Anastasio Somoza Debayle. Los incipientes esfuerzos por llevar adelante la lucha guerrillera a finales de los cincuenta eran muy dispersos y sin un claro asidero programático, hasta que se logra la formación de una organización político-militar única en 1961, con una visión programática clara y coherente, que se comenzó llamando Frente de Liberación Nacional y dos años después, ante la insistencia de Carlos Fonseca y ya bajo su liderazgo, pasó a llamarse Frente Sandinista de Liberación Nacional.
 
A propósito de esto, no es casual que la tercera gran revolución triunfante de inspiración socialista en el hemisferio occidental, al final del siglo XX en Venezuela, tuviera como referente la herencia política de ese libertador de pueblos y sembrador de ideas que fue Simón Bolívar, como lo tienen los revolucionarios nicaragüenses en Sandino y los cubanos en Martí. La Revolución Cubana, de inspiración martiana, la Revolución Sandinista y la Revolución Bolivariana fueron hechas en base al legado revolucionario propio con que contaba cada uno de esos tres países, y las tres han combinado ese capital político, ético y épico propio y de carácter histórico, con la teoría revolucionaria universal, que es el marxismo-leninismo, cuya aplicación creativa es precisamente lo que permitió descubrir en Martí, Sandino y Bolívar a los referentes revolucionarios que son para nuestros pueblos. Tampoco fue casualidad que en fechas tan tempranas como 1960 y 1962, en la Primera y Segunda Declaraciones de La Habana, emitidas apenas uno y tres años después, respectivamente, del triunfo revolucionario cubano y que en su momento marcaron la ruta revolucionaria continental, se tomara a estos tres próceres y a Emiliano Zapata, de México, como símbolos fundamentales de la lucha por la liberación de lo que Martí llamó Nuestra América, lo que sirvió de guía a los revolucionarios nicaragüenses y específicamente, a Carlos Fonseca para encontrar en el sandinismo nuestra identidad política revolucionaria. Y quiso el destino que 20 años después de triunfar la Revolución en Cuba (la patria de Martí), triunfara en Nicaragua (la patria de Sandino), 20 años después en Venezuela (la patria de Bolívar) y 20 años después comenzara en México (la patria de Zapata) la Cuarta Transformación de ese país.
 
Durante la lucha contra la dictadura somocista el FSLN organizó diferentes jornadas guerrilleras en la montaña: la de Raití y Bocay en 1962; Pancasán en 1967; Zinica en 1970; la guerrilla que operó en las cordilleras Dariense e Isabelia en los años setenta; y a finales de esa década, la guerrilla segoviana fundacional del Frente Norte. A la par de esto, se desarrollaba la guerrilla urbana con ataques a patrullas de la Guardia Nacional, asaltos a cuarteles, ajusticiamientos de esbirros somocistas, asaltos a bancos y a empresas vinculadas con el somocismo para financiar la lucha, y captura de rehenes para canjearlos por guerrilleros presos, obtener más recursos y difundir las reivindicaciones revolucionarias del movimiento.
 
A mediados de los setenta se comenzó a diseñar una nueva estrategia que, debido a las dificultades de la comunicación en las condiciones de la clandestinidad y bajo la influencia de los diferentes ámbitos en que cada uno de los principales dirigentes revolucionarios desarrollaba su acción, se plasmó en tres tendencias (la Guerra Popular Prolongada, que priorizaba la guerrilla en la montaña y la organización de los barrios; la Tendencia Proletaria, que planteaba la necesidad de una estructura partidaria y la organización de los sectores sociales; y la Tendencia Insurreccional o Tercerista, que priorizaba las acciones armadas en la ciudad y las alianzas con otros sectores antisomocistas), las cuales finalmente se reunificaron como expresiones complementarias de lo que en realidad era una misma estrategia configurada desde ángulos diferentes.
 
El 8 de noviembre de 1976 cayó combatiendo en la montaña el líder principal de entonces del FSLN, el Comandante Carlos Fonseca. A partir de octubre de 1977, con una serie de acciones militares organizadas por la Tendencia Insurreccional, comenzó la fase de ofensiva general ininterrumpida contra la dictadura, incluyendo el ataque simultáneo a varios cuarteles de la Guardia somocista en algunas ciudades importantes del país, causando un impacto estratégico desde el punto de vista político, pero la más trascendente de las acciones iniciales de esta nueva fase de la lucha en términos estratégicos fue la instalación en las montañas segovianas cercanas a poblaciones semirurales (las mismas donde había operado el General Augusto C. Sandino) de lo que fue la génesis del Frente Norte “Carlos Fonseca”, al mando del Comandante Daniel Ortega, y que fue la jornada guerrillera más victoriosa emprendida hasta entonces por el FSLN. El Comandante Daniel Ortega ya había sido más de diez años antes, el Jefe de la guerrilla urbana y había estado preso siete años en las cárceles de la dictadura.
 
Finalmente, a partir de septiembre de 1978 se pasó a la fase insurreccional de la lucha guerrillera, que fue la organización y puesta en práctica de la insurrección popular simultáneamente en varias ciudades del país, impulsada por la Tendencia Insurreccional y a la cual se unieron las otras dos tendencias; fase en la que se dio la reunificación del FSLN a inicios de 1979, pasando luego las tres tendencias a dirigir de forma unificada lo que fue la Ofensiva Final, liberándose una tras otra, muchas pequeñas poblaciones urbanas o semirurales, y varias de las ciudades más importantes del país, la primera de las cuales fue la ciudad de León, para desembocar finalmente en el avance desde todos los frentes de guerra hasta la capital, Managua, donde ya para entonces no hubo mayor resistencia de la Guardia Nacional, aunque se había combatido allí muy duramente durante meses.
 
Los frentes de guerra organizados en la fase insurreccional fueron: el Frente Norte “Carlos Fonseca”, organizado en la fase preinsurreccional en Las Segovias y luego extendido al Centro Norte del país; el Frente Nororiental “Pablo Úbeda”, a partir de las fuerzas guerrilleras que operaban hacía años en las zonas montañosas; el Frente Occidental “Rigoberto López Pérez” en el Pacífico Norte; el Frente Interno “Camilo Ortega”, que incluía Managua; el Frente Oriental “Carlos Roberto Huembes” en el Centro Sur del país; el Frente de Nueva Guinea, cuya formación quedó truncada por la masacre de la mayor parte de sus integrantes; y el Frente Sur “Benjamín Zeledón”, combatiendo en los llanos de la zona suroccidental, donde se desarrolló una guerra semirregular con gran poder de fuego por parte de las fuerzas guerrilleras, que incluía artillería, con el objetivo de empantanar allí a las tropas élites de la dictadura (conocidas como Escuela de Entrenamiento Básico de Infantería, EEBI) y así facilitar el avance de los demás frentes de guerra, enfrentados al resto de tropas de la Guardia Nacional.
En la fase insurreccional de la guerra de liberación contra la dictadura somocista hubo alrededor de 50,000 muertos, la mayoría civiles víctimas de los bombardeos aéreos y los disparos de artillería en las ciudades, llevados a cabo por la dictadura. Pero aunque la militancia sandinista siempre fue reducida en número, a lo largo de los años que duró la lucha guerrillera del Frente Sandinista, la proporción de militantes caídos en combate o asesinados por la Guardia somocista en la clandestinidad urbana y en las jornadas guerrilleras en la montaña fue altísima. Según cálculos, la vida de un militante del FSLN en la clandestinidad, ya fuera en la ciudad o en la montaña, duraba un promedio de seis meses, y la mayor parte de quienes integraron la más alta dirigencia no llegaron vivos al triunfo.
A lo largo de esa lucha fueron muchos los actos de supremo heroísmo y muchos los caídos, y por eso son inevitables las omisiones, siempre injustas, pero valga mencionar aquí a algunos de los más prominentes cuadros y jefes guerrilleros del sandinismo en esa época, y también hacer referencia a algunos de los más célebres actos de heroísmo realizados a lo largo de esa larga, dolorosa y victoriosa epopeya.
 
Uno de los más emblemáticos actos de heroísmo tuvo lugar el 15 de julio de 1969, cuando fue asaltada por un batallón de la Guardia Nacional con tanques, artillería y aviación, la casa de seguridad donde se encontraba el Comandante Julio Buitrago, uno de los más altos dirigentes del Frente en esa época, quien se enfrentó en solitario durante horas al ataque de la Guardia armado con una subametralladora, dando muerte a varios de los atacantes, y la sorpresa de éstos fue mayúscula al descubrir que habían estado combatiendo contra un solo hombre. Pero no fue el único caso. El poeta Leonel Rugama, quien había escrito uno de sus mejores poemas inspirado en ese acto heroico, apenas seis meses después cayó en similares circunstancias, esta vez junto a dos compañeros más, Róger Núñez y Mauricio Hernández. Fue en el transcurso de ese combate cuando el poeta, ante la invitación de la Guardia a rendirse, lanzó el famoso grito “¡Que se rinda tu madre!”, que luego sería repetido infinidades de veces por la militancia sandinista frente a los enemigos de la Revolución, y del que inútilmente pretendieron adueñarse los golpistas antisandinistas en 2018, para quienes Leonel Rugama es un total desconocido.
 
Entre las operaciones militares más importantes en la historia de la lucha guerrillera del Frente, están: el asalto a la casa de Chema Castillo el 27 de diciembre de 1974, el ataque al cuartel de Waslala en 1977 y la toma del Palacio Nacional el 22 de agosto de 1978. Esto aparte de las múltiples acciones militares en el campo y la ciudad, y las jornadas guerrilleras mencionadas, de Raití-Bocay, Pancasán, Zinica, la Dariense, la Isabelia, la jornada de ataques a patrullas de la GN en 1977 denominada “Rodrigo no ha muerto” (en homenaje al Comandante Carlos Agüero, destacado cuadro político y jefe guerrillero caído poco tiempo antes, de quien ya hablaremos), la ofensiva de Octubre de 1977, la guerrilla segoviana en el marco de dicha ofensiva, las tres insurrecciones de Estelí, las dos insurrecciones de León, Matagalpa, Managua y Masaya, entre otras ciudades menores que se insurreccionaron entre una y dos veces, el magistral Repliegue Táctico de Managua a Masaya y la toma del Fortín de Acosasco en León. Sobre cada una de estas gestas heroicas hay mucho que decir, pero sería ya extendernos demasiado para una publicación de este tipo.
 
También es importante mencionar algunas de las personalidades más sobresalientes en el transcurso de esta lucha, aparte de las ya mencionadas: Carlos Fonseca, Daniel Ortega, Julio Buitrago, Leonel Rugama. Uno de los imprescindibles en la historia del Frente es el Comandante Tomás Borge, el único de los fundadores del Frente que habiendo ocupado las más altas responsabilidades durante el transcurso de la lucha, llegó vivo al triunfo de la Revolución. Hay otros fundadores que llegaron vivos al triunfo e incluso, algunos de ellos viven aún y nunca han claudicado, pero el Comandante Tomás fue el único de todos que además de ser fundador, siempre estuvo vinculado directamente a altas responsabilidades dentro de la dirección del Frente y mantuvo de forma ininterrumpida su militancia orgánica a lo largo de toda la lucha contra el somocismo, aparte de que no fue solamente un fundador, sino uno de los principales, o sea de los que estuvieron en el momento mismo en que se constituyó el Frente como organización, que no fue un acto formal, pero sí un proceso durante el que en algún momento se dio lo que podría llamarse la reunión en la que se constituyó como tal la organización y en la que estuvieron los Comandantes Carlos Fonseca, Silvio Mayorga, Tomás Borge, el Coronel Santos López (veterano del Ejército de Sandino) y Noel Guerrero, quien posteriormente desertó. El Comandante Tomás participó en la guerrilla de Raití y Bocay, estuvo entre los mandos principales en la de Pancasán y fue uno de los más aguerridos y por supuesto, experimentados combatientes que tuvo el Frente a lo largo de su historia. Enfrentado a tiros con la patrulla de la Guardia que lo capturó, dio muerte al jefe de ésta, que sólo pudo capturarlo al encasquillarse su pistola. Sometido a las más crueles torturas y luego aislado durante meses en una celda diminuta, generó protestas populares en su apoyo, reclamando el cese de su aislamiento, mientras hacía una huelga de hambre en prisión que casi le cuesta la vida, para ser finalmente liberado en intercambio de rehenes por presos políticos con la toma del Palacio Nacional.
 
En la historia del Frente hubo tres operaciones de este tipo. La primera fue la Operación “Juan Santamaría” en 1970, que contó con varios internacionalistas costarricenses y consistió en el secuestro de un avión con la captura como rehenes, de cuatro funcionarios de la tristemente célebre transnacional norteamericana United Fruit Company, que viajaban como pasajeros y a cambio de cuya entrega con vida se exigía la libertad de Carlos Fonseca y otros compañeros, quienes guardaban prisión con él en una cárcel de Costa Rica y que previamente habían intentado liberarlo. Esta operación fue dirigida por el Comandante Carlos Agüero, quien después sería el jefe militar de la guerrilla en la montaña, en los años setenta, dirigiendo también el ataque al tenebroso Comando de Waslala y cayendo poco después en combate. La segunda acción de intercambio de rehenes por presos sandinistas fue la toma de la casa del connotado funcionario del régimen somocista, José María Castillo, donde había una fiesta con presencia del gabinete somocista y el cuerpo diplomático, que fueron tomados como rehenes, lográndose la liberación de los Comandantes Daniel Ortega y José Benito Escobar, miembros de la Dirección Nacional, junto a destacados cuadros sandinistas y algunos colaboradores históricos. Esta acción, realizada en 1974 por el Comando “Juan José Quezada”, fue dirigida por el Comandante Eduardo Contreras, quien cayó dos años después, emboscado por la Guardia Nacional en Managua. Y la tercera fue la toma del Palacio Nacional en 1978, dirigida por el Comandante Edén Pastora al frente del Comando “Rigoberto López Pérez”; acción con la que se obtuvo la liberación, entre otros valiosos militantes, del Comandante Tomás, miembro de la Dirección Nacional y el Compañero René Núñez, uno de los dirigentes más sobresalientes y de mayor prestigio que tuvo el Frente en su historia, y quien también sobrevivió al triunfo revolucionario, falleciendo recientemente y habiendo ocupado importantísimos cargos de dirección en el Frente y el Estado revolucionario durante las dos etapas de la Revolución y en la lucha desde la oposición contra el neoliberalismo entre ambas etapas.
En el caso de la toma de la casa de José María Castillo y en el de la toma del Palacio Nacional también se obtuvieron fuertes rescates en recursos para financiar la lucha y la divulgación de comunicados del FSLN en los medios de comunicación, lo cual obviamente, no era posible de otra manera.
 
Uno de los más emblemáticos héroes de la lucha sandinista fue sin duda el Comandante Germán Pomares Ordóñez, fundador del FSLN, combatiente de Raití y Bocay, uno de los mandos principales en Pancasán, miembro del Comando “Juan José Quezada”, miembro de la fuerza fundacional del Frente Norte al mando del Comandante Daniel Ortega y luego Jefe del Frente Norte, caído en combate apenas dos meses antes del triunfo. Igualmente, otro legendario jefe guerrillero fue el Comandante Francisco Rivera, fallecido a finales de los noventa, jefe de las tres insurrecciones de Estelí y veterano guerrillero de la montaña, que además combatió junto al Comandante Carlos Fonseca y sobrevivió al triunfo, fue miembro del Estado Mayor del Ejército Popular Sandinista y a inicios de los años noventa fue de los pocos diputados que permanecieron firmes en el Frente cuando la mayor parte de los diputados sandinistas traicionaron la causa revolucionaria, pasándose a las filas de la derecha.
 
Entre los ya mencionados fundadores principales, además de lo ya dicho sobre el Comandante Tomás Borge y lo que en otro momento diremos del Comandante Carlos Fonseca, debe señalarse que el Comandante Silvio Mayorga fue uno de los jefes principales en la guerrilla de Pancasán, donde cayó en combate, y el Coronel Santos López fue el único fundador del Frente que fue a la vez veterano de la guerra anti-intervencionista dirigida por el General Sandino.
 
Entre otros nombres de especial relevancia deben mencionarse los miembros de la Dirección Nacional, Comandantes Oscar Turcios y Pedro Aráuz Palacios, cada uno de ellos segundo al mando de Carlos Fonseca en su momento; primero Oscar Turcios, desde finales de los sesenta hasta su caída en 1973, capturado y asesinado por la Guardia Nacional, y luego Pedro Aráuz, caído en 1977. Otro dirigente de gran relevancia en la historia del Frente Sandinista fue el Comandante José Benito Escobar, miembro de la Dirección Nacional y fundador del Frente, caído en 1978 por la delación de un agente de los órganos de seguridad del somocismo. Tanto Oscar Turcios como Pedro Aráuz y José Benito Escobar están también entre los principales ideólogos en la historia del sandinismo, como es también el caso del profesor y poeta Ricardo Morales Avilés, otro miembro de la Dirección Nacional y de los más lúcidos cuadros del Frente en su historia. Otro de los más virtuosos dirigentes del Frente fue el Comandante Carlos Núñez Téllez, miembro de la Dirección Nacional y Jefe del Frente Interno en la lucha insurreccional, Presidente de la Asamblea Nacional en los años ochenta y fallecido en 1990.
Cabría mencionar muchos nombres de compañeras y compañeros que aún viven, legendarios luchadores revolucionarios y jefes guerrilleros, héroes vivientes de la lucha sandinista y que se mantienen firmes en su militancia, pero sería inevitable cometer demasiadas omisiones en lo que solamente es una breve semblanza histórica. También hay unos cuantos, excepciones, que hicieron valiosos aportes a la lucha y luego desertaron o se alejaron, o tomaron distancia del Frente, o incluso traicionaron y se pasaron a las filas del enemigo. Así es también la lucha; no siempre los héroes y los militantes revolucionarios mantienen en alto su compromiso revolucionario y la estatura moral alcanzada, porque los seres humanos tenemos debilidades, cometemos errores, y si no estamos alerta frente a eso, podemos terminar negándonos a nosotros mismos, convirtiéndonos en lo contrario de lo que alguna vez fuimos. De ahí la importancia de la humildad, la autocrítica y la lucha por ser cada vez mejores, aspectos esenciales en la actitud revolucionaria.
 
Tampoco es este el momento de entrar en detalles al respecto, ni es posible aquí referirnos, como ya hemos dicho, a todos los que merecen ser mencionados por sus grandes méritos (vivos y muertos), o abordar muchísimos de los temas, acontecimientos y hechos históricos que forman parte de la trayectoria de lucha del sandinismo hasta el triunfo de la Revolución, pues es una historia muy intensa y compleja, además de fascinante y apasionante, a la vez llena de sacrificios, de dolor, pero sobre todo de mística revolucionaria, heroísmo y dignidad, que todavía está por escribirse en toda su magnitud y complejidad.
 
Pero esto mismo sucede y más aún, con las etapas siguientes al triunfo de la Revolución: los años ochenta, o sea la primera etapa de la Revolución, en la que transcurrió la guerra de agresión impuesta por el imperialismo; la lucha popular desde la oposición contra el neoliberalismo y en defensa de las conquistas revolucionarias, a la par de la lucha en defensa de los principios históricos y del carácter de vanguardia revolucionaria del Frente Sandinista, y la lucha política en general por la reconquista del poder; y finalmente, la lucha actual en la segunda etapa de la Revolución, por la consolidación y avance del proceso revolucionario y contra la derecha golpista. Luchas igualmente cargadas de sacrificio y heroísmo, de grandes complejidades y contradicciones, e innumerables acontecimientos y hechos históricos; y uno de nuestros grandes desafíos es precisamente, tener toda esa historia registrada, analizarla, estudiarla y divulgarla.
 
En esta ocasión, con motivo del 42 Aniversario del triunfo de nuestra Revolución Sandinista y del 60 Aniversario de la fundación del FSLN, hemos querido dar apenas unas cuantas pinceladas de la historia de lucha del sandinismo desde la fundación del FSLN hasta ese momento histórico para Nicaragua y el mundo que fue el triunfo revolucionario de 1979. Un tema vinculado con este, y que dejamos para una posterior oportunidad, sería una semblanza muy breve de las tres personalidades más importantes en la historia del sandinismo, y de las que aquí hemos hablado todavía muy poco: Augusto C. Sandino, Carlos Fonseca y Daniel Ortega Saavedra, como parte de esta modesta contribución a que las nuevas generaciones de sandinistas conozcan cada vez mejor los orígenes y se apropien cada vez con mayor firmeza y devoción, de la hermosa tradición de lucha de este movimiento revolucionario del que forman parte, uno de los más victoriosos en la historia de lucha de los pueblos del mundo.

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