Homenaje en la Universidad de Managua al Comandante Fidel Castro y al Comandante Tomás Borge en su natalicio
Texto homenaje al Comandante Fidel en la Universidad de Managua
Por Ramón Pedregal Casanova.
Exponer mis palabras en torno al Comandante Fidel corre el riesgo de repetir asuntos ya sabidos, pues, ¿quién no ha oído hablar de Fidel? Resulta una figura tan determinante en la Historia del siglo XX y del XXI que, para mi, pronunciarme sobre tal personalidad y hacerlo en la Nicaragua de la Revolución es un gran honor, pues me recorre desde joven un sentimiento de gran admiración por él.
En su 97 cumpleaños a lo largo y ancho del mundo, en todos los países, empezando por Cuba, gobiernos, organizaciones políticas y sociales, le recuerdan como el mejor ejemplo de ser humano y de internacionalista. Aquellos otros, los productores de odio, los imperialistas pasan el día remordidos porque su memoria los persigue.
Es bien conocido el precepto suyo que subraya que hay que cambiar todo lo que debe ser cambiado, y con ello nos indicó la tarea permanente a realizar. El 19 de abril de 1959, Richard Nixon se reunió con Fidel en el Capitolio, apenas hacía 3 meses del triunfo revolucionario, y tras la reunión que duró 3 horas, escribió un informe para la Casa Blanca, la CIA y el Departamento de Estado, en el que dijo: “Mi apreciación personal sobre él, en tanto que hombre, está un poco mezclada. De lo único que podemos estar seguros es que posee esas cualidades indefinibles que lo hacen un líder. Cualquiera que sea nuestra opinión sobre él, debemos reconocer que será un factor importante en el desarrollo de Cuba y, sin duda, en los asuntos de América Latina en general”. Sin tardar el aparato teórico y práctico del mundo oscuro que dirige el imperio vio que lo que aquél hombre representaba era un peligro para su “seguridad”. Ya ven ustedes, los mayores monstruos del mundo lo temían, y lo temían porque su ejemplo práctico era un acelerador de la conciencia de los pueblos latinoamericanos y de los pueblos de todo el mundo. Los imperialistas vieron la transformación social y el 17 de marzo de 1960, no había pasado ni un año,el regidor imperial, Eisenhower, dio la orden a la CIA de poner en práctica el plan de agresión contra Cuba: atentados, Playa Girón, guerra de propaganda con emisoras de radio y tv creadas a propósito, películas, libros, secuestros, asesinatos de representantes, de agricultores, pescadores, maestros, bombas, ametrallamientos, envenenamientos de la agricultura y el ganado, siembra de virus que acababan con la vida de las personas, y el comienzo del bloqueo, todas acciones ilegítimas, ilegales, acciones de guerra criminal que aún perdura. Tanto odiaban a Fidel y su pueblo. Con la dirección de Fidel, Cuba fue el único país del Tercer Mundo que alcanzó un nivel de desarrollo humano comparable al de los países más avanzados. Y ustedes preguntarán, ¿cómo es posible que Cuba se sostenga aún con tantos ataques? La explicación se fundamenta en la unidad interna que produce el diálogo permanente y comprometido, para que la conciencia sea patriótica y rica en ética y humanismo revolucionario, una conciencia antiimperialista y solidaria. Como parte de todo ello hemos conocido al Fidel alfabetizador, al Fidel médico, al Fidel oftalmólogo, al Fidel científico, en la lucha contra el cáncer, con numerosas vacunas que los laboratorios cubanos han creado salvando vidas, la última conocida ha sido la aportación de las vacunas contra la Covid 19 y, en ningún caso, nada de todo ese trabajo ha sido objeto de mercantilización capitalista.
El 26 de julio de 2006 subió por última vez a un estrado y declaró: “Sí, lucharé toda mi vida, hasta el último segundo mientras tenga uso de razón, por hacer algo bueno, hacer algo útil, porque todos hemos aprendido a ser mejores con cada año que nos pasa por encima, todos los revolucionarios y el ser humano se enaltece cuando hace algo por los demás”. “Sobre la dignidad se puede construir un mundo”.
En la Clausura del Primer Congreso Nacional de la Unión de Estudiantes Secundarios, 10 de agosto de 1962, declaró: “¿Qué queremos nosotros de nuestros jóvenes? De nuestros jóvenes queremos mucho, de nuestros jóvenes lo queremos todo y lo esperamos todo”. En aquel encuentro con los estudiantes habló de la campaña de alfabetización realizada por jóvenes voluntarios, 103.000 brigadistas, más de lo que se había previsto, era el espíritu que transmitía la Revolución, y declaró: “Cuando la Revolución dio o señaló aquella meta, nosotros estábamos seguros de que se cumpliría, nosotros estábamos seguros de que los jóvenes responderían, nosotros estábamos seguros de que aquella empresa, con la ayuda de ellos, saldría adelante. Y estábamos seguros porque sabemos que una causa tan extraordinariamente justa como es una revolución, que una empresa de tal magnitud histórica como es una revolución, no tendría desde luego, nunca el respaldo de los acomodados, de los cobardes, de los débiles, de los envejecidos, de los privilegiados, pero tendría siempre, siempre, infaliblemente, el respaldo de lo más puro, de lo más virgen, de lo más vivo, de lo más prometedor de nuestro pueblo. Y eso son ustedes, nuestros jóvenes, que miran a la vida como algo que está por delante, que miran a la vida como algo por hacer y por crear, que miran a la vida con optimismo, con esperanza, porque de la vida esperan mucho y porque la vida de nuestra patria espera también mucho de ustedes”.
La Revolución cubana, como una Revolución verdadera, necesitó empezar deshaciendo el poder establecido, dominar los muchos intereses que formaban el Estado protegido por el imperialismo. Imagínese la energía que el pueblo cubano puso para que el Ejército del 26 de Julio fuese un poder nuevo, propio, y hacer sus propias leyes fundamentadas en la justicia social, con lo que se dispuso de todo lo que antes estaba en manos de terratenientes, banqueros, y demás lastre del país. Lo que hizo el Comandante fue dirigir el cambio de todo lo que debía ser cambiado.
Fidel avanzaba sobre la realidad presente porque su preocupación mayor siempre fue qué era lo que debía hacerse, el cómo debía ser el mundo. En una ocasión le escuché que “La inquietud de un revolucionario nunca se satisface, nunca desaparece, se resuelve un problema y surge otro, se cumple una meta y se buscan otras”. El espíritu revolucionario es una grandiosa fortaleza de ética y moral, que toma como punto de partida la diferencia con la concepción imperialista, por eso en Cuba no ha cabido nunca ninguna de los fundamentos del capitalismo – imperialismo, no ha habido nunca torturados, los detenidos no han sido tratados nunca con humillación, ni han sido insultados, había que hacer creer lo que se decía, se imponía el trato más humano, en cierta ocasión Fidel declaró que ese factor ideológico había hecho que los revolucionarios adquiriesen “un gran prestigio ante los soldados enemigos, al principio no se rendía ninguno y al final se rendían en masa. La Revolución se hizo sobre unos principios, sobre unos valores, sobre una conciencia profunda en el pueblo que repudiaba el crimen y las torturas, así se educó nuestro pueblo, y su capacidad de resistir es su lealtad a esos principios”.
Como nos encontramos en Nicaragua, ante ustedes que son, como dice Fidel, “nuestros jóvenes, que miran a la vida como algo que está por delante, que miran a la vida como algo por hacer y por crear, que miran a la vida con optimismo, con esperanza, porque de la vida esperan mucho y porque la vida de nuestra patria espera también mucho de ustedes”.
Permítanme decirles, compañeros, compañeras, ustedes tienen el privilegio de vivir una Revolución, vivir en el tiempo en el que los dirigentes se encuentran entre nosotros, esa es una gran fortuna, disponen de los mejores maestros. Ustedes se encuentran en la mejor época de su Historia. Tengan por seguro que vendrán de todas partes a ver lo que ustedes hacen por engrandecer su Patria. Ésta su Revolución, tan humana, se encuentra en unión de principios con la de Fidel, todos nos hicimos mejores personas con aquella, y todos nos hemos superado con ésta. Recuerden esa frase que repite el pueblo de Cuba: ¡Yo soy Fidel! Y yo, con la mano en el corazón y temblando de emoción les invito a decir conmigo: ¡Yo soy Fidel!
Muchas gracias por su atención.