Nicaragua, el año que viene


 Las operaciones de protocolo para la entrada de Biden en la Casa Blanca son lentas; la negativa de Trump a abandonar los cómodos muros amistosos, se debe a que teme seriamente las investigaciones que le afectarán, y esto hace que la salida del magnate de la escena sea uno de los espectáculos más indecorosos de la historia institucional de los Estados Unidos. Las acusaciones de fraude electoral lanzadas ni siquiera han sido recogidas por el partido republicano, pero indican la superación de un umbral político considerado infranqueable: la venta al mundo del modelo electoral norteamericano como certificación absoluta de fiabilidad del voto -y por tanto de la democracia- ha sido enterrada.

Por Fabrizio Casari (*) Visión Sandinista

Trump saldrá del 1600 de Pensylvania Avenue y, con él, también la chusma que prosperó: ésta sigue siendo la mayor y mejor noticia. Biden, por su parte, no entusiasma a nadie y en sí mismo no representa una novedad particular para el establishment americano, del que es un exponente reconocido; más bien es la salida de los asesores criminales de Trump lo que hace noticia. En sus relaciones con el continente latinoamericano, Biden cambiará actitud (no línea política). No se trata sólo de una cuestión de buenos modales sino de reducir la vehemencia ideológica fascista que ha caracterizado la relación con la parte progresista de América Latina en los últimos 4 años.

Basta recordar el discurso del recién elegido Trump contra Venezuela, Cuba, Bolivia y Nicaragua hecho no por casualidad en Miami, en la sede de Alpha 66, una de las peores organizaciones terroristas del lobby de la mafia cubano-americana. No se le puede culpar de incoherencia: declaró la guerra a los países socialistas y así lo hizo, con una serie de medidas destinadas a enterrar sus posibilidades de desarrollo económico, comercio y suministros, así como con el golpe de Estado en Bolivia y el intento de golpes de estado en Nicaragua y Venezuela, con el cerco asqueroso y criminal a Cuba.

La novedad sustancial en el cambio de administración residirá, por tanto, en el fin de la delegación de la política estadounidense en América Latina a Miami y, con ella, del bulto nazi y terrorista que viene de Miami y que a Miami volverá. Tras la salida de John Bolton, la Casa Blanca será abandonada por Mike Pence, uno de los peores nazis-evangélicos, que a través de Twitter nombró a Juan Guaidò presidente de Venezuela; por Elliot Abrams, criminal de guerra ya condenado por las masacres de Guatemala y el Irán-contra-gate en los años 80; por Mike Pompeo – nazi convencido, inspirador del asesinato del General iraní Qasem Soleimani y partidario del terrorismo de estado israelí; por Ted Cruz, que era la referencia política para ellos; por los grupos segregacionistas y supremacistas del Ku-Klux-Klan y los empresarios vinculados al lobby de la mafia cubano-americana en Florida. En resumen, con la llegada de Biden a la Casa Blanca, no necesariamente traerá un aire nuevo pero seguro más limpio. No habrá puntos de inflexión política en la relación entre el imperio y el patio trasero pero, al menos, no veremos los rechazos frustrados de cada revolución, auténtica basura de los mismos EE.UU., desarrollar la línea norteamericana hacia el continente.

El Grupo de Lima y la OEA, los dos sujetos activos que desde el interior del continente han apoyado el proyecto de “reconquista” de EE.UU. de América Latina están en estado de coma. El Grupo de Lima ya no puede firmar ni un documento unitario, ya que México, Argentina y Bolivia se oponen a cualquier resolución. La OEA, por su parte, no puede recuperar una imagen indecente tras haber sido descubierta participando al golpe de Estado boliviano.

La prueba de una posible actitud diferente de la nueva administración se entenderá en los próximos meses, cuando la campaña electoral se pondrà en marcha y a finales de 2021, cuando Nicaragua vuelva a las urnas. El sandinismo ve crecer su aprobación y tiene en la actual fórmula presidencial la próxima candidatura, la derecha sigue dispersa y declinada en mil siglas. Esto no depende de una riqueza ideológica y cultural, es sólo una articulación de intereses donde reinan ambiciones personales, de familias, grumos de diversa índole que reivindican, cada uno por su cuenta, primogenitura, línea política y, sobre todo, financiación desde el exterior. De esto viven rico, a ésto no quieren renunciar: no reciben dinero por ser opositores, se hacen opositores por recibir dinero.

La derecha se presenta con una disputa permanente, sin liderazgo, sin estrategia, sin contenido y con un limitado consenso que debe desafiar a un sandinismo nunca tan vivo y fuerte y a un liderazgo extraordinario como el del Presidente, el Comandante Daniel Ortega. La percepción de una derrota segura le llega clara. Entonces? ¿Enfrentar el choque o renunciar con el pretexto de que no hay condiciones para enfrentarlo?

La idea de volver a trazar el camino del boicot parece poco probable, por varias razones. En primer lugar, la decisión de no participar no sería compartida por los liberales y otras formaciones, que no piensan en absoluto en salir por la puerta trasera de la escena política nacional. Además, la experiencia anterior de no participación no ha dado frutos, ya que la esperada ruptura entre Nicaragua y la comunidad internacional no se ha dado. Entonces para que abstenerse? Intercambiar la ausencia electoral y la consiguiente nulidad política con algunas sanciones más de valor ideológico que de impacto concreto, no parece ser un buen negocio.

Puede que la Unión Europea, la mayor nulidad del escenario internacional, sugiera el camino de la abstención. Pero abstenerse de votar no es una gran idea. Se reconoce internacionalmente que la validez de un proceso electoral radica en su plazo constitucional, en la participación popular y en la certificación institucional del resultado de la votación, y no en la voluntad de cada partido de participar o no, lo que sigue siendo una elección política voluntaria y no una obligación. El hecho de presentarse o no a las elecciones no determina su regularidad, ya que votar es un deber cívico, mientras que presentarse a las elecciones no lo es en absoluto. Sin embargo, las elecciones se celebrarán según lo previsto en noviembre de 2021 y determinarán los ganadores y perdedores en función de los votos emitidos y no en función de las audiencias extranjeras o de la simpatía de la OEA, del Grupo de Lima o de la Unión Europea. Que en Nicaragua no viven, no votan y no cuentan.

A menos que haya encuestas despiadadas indicando porcentajes de prefijo telefónico, la derecha intentará correr. Presentarse a la votación, sin embargo, no implica reajustar la mala imagen que sufre. Silenciosa e inmóvil ante los desastres climáticos que han azotado al país en los últimos meses (más aún, en algunos aspectos protagonista de una satisfacción mal disimulada por los daños económicos sufridos), es una oposición que no se ve ni se escucha dentro del país, salvo por las contínuas amenazas que cada cabecilla lanza a sus otros potenciales aliados. Atacar a los demás para formar una alianza es un camino difícil de entender? Sì pero esquizofrénicos, después de todo, lo son desde 2018.

En los últimos tiempos, asaltados por una crisis de visibilidad, insisten en poder desarrollar un papel, cualquiera que sea. Están pidiéndoselo al gobierno que no reconocen, y esto ya parece difícil de entender en principio. Piden diálogo después de rechazarlo cuando era necesario; proponen esfuerzos sobre la economía después de boicotearla; despiden indiscriminadamente para poder quejarse de una crisis laboral; protestan contra la represión después de torturar, asesinar, quemar y destruir; denuncian la corrupción después de robarse todo; piden ayuda para las iglesias después de reducirlas a almacén de armas para criminales y asesinos golpistas.

GALLOS DE PELEA

La cuestión de la votación adelantada, si es que alguna vez la hubo, desapareció, estrellándose contra el muro de la Constitución. El asunto puchista sigue ahora articulándose sobre el modelo de alianza; es decir, quién puede formar parte de ella y quién no. La verdadera pregunta, sin embargo, no es quién puede participar en la cruzada, sino quién la dirigirá.

Mairena, Maradiaga, Chamorro, Mora y otros diez impresentables se despiertan cada mañana como tigres soñando con ser candidatos únicos de la oposición y cada noche se van a dormir como gatos melancólicos para no serlo. Las opciones son diferentes, porque diferentes son las caras, diferentes son los apetitos así que la dama de la derrota se presenta con trajes diferentes a la cita con los perdedores.

La cuestión de la personalidad jurídica también influye; determina la posibilidad de evitar la búsqueda de las condiciones de elegibilidad para la disputa electoral y también de participar en la discusión sobre cualquier reforma técnica del derecho electoral, si la habrá. Si no se logra la unidad de todos bajo una sola bandera, es muy difícil que la miríada de partidos y ONG encuentre un lado electoral y el único partido antagonista del Frente Sandinista seguiría siendo el Partido Liberal, históricamente presente en Nicaragua pero a su vez dividido en dos y protagonista de purgas internas con gran repercusión mediática.

Las diversas agrupaciones se dividen en diferentes riachuelos y la imaginación en la búsqueda de acrónimos pone a prueba incluso los rompecabezas. No pasa un día sin que haya una nueva división, un acrónimo diferente y un nuevo líder, regularmente desautorizado por el anterior. De este modo, se multiplican las siglas que reclaman un puesto en la mesa de negociaciones nacionales, lo que implica una participación en la división de los cientos de millones de dólares que los Estados Unidos y la Unión Europea inyectarán en la campaña electoral.

La técnica está probada: primero cada partido se vuelve en más organizaciones, luego cada una pide sus escaños como candidatos y su dinero. La suma total de dinero y candidatos de los diferentes partidos siempre será mayor que la que hubiera obtenido el partido original por sí solo. Sin embargo el fracaso de la operación parece haber sido anunciado, razón por la cual cada partido y ONG está haciendo declaraciones belicosas que sólo recuerdan la absoluta irrelevancia.

¿Por qué? Porque en la mesa de negociaciones pesa la fuerza económica y mediática de cada uno, el peso electoral certificado por las encuestas, la reconocida credibilidad de las personalidades, la vinculación con las organizaciones criminales (que cuando se trata de Nicaragua los medios internacionales se transforman por arte de magia en exiliados), el consenso de las jerarquías eclesiales y, por supuesto, el de la embajada de Estados Unidos en Managua. Contarse no es suficiente, todos tienen que pesarse y cada uno tiene un peso diferente.

LOS EE.UU.

La decisión final sobre las solicitudes y el modelo de organización está en manos de los Estados Unidos y el ya importante retraso a este respecto parece indicar la incertidumbre debida al cambio de guardia en los Estados Unidos. Aprovechando el apoyo de la Unión Europea y de los Estados Unidos, que ven en este grupo de payasos del circo Barnum la posibilidad de proponer recetas neocoloniales bajo el gobierno sandinista. Partidos baratos, se compran con dos pesos.

Apoyan cualquier candidatura que pueda unificar todo el antisandinismo, lo cual – creen en Washington y Miami – podría contrastar al FSLN. Una ilusión inofensiva para un trabajo no fácil. Desde 1979 hasta hoy, el interés americano en Nicaragua ha sido siempre el de arrancarla de las manos de su pueblo y entregarla a las de la oligarquía y la burguesía compradora. Tanto más después de 2006, los intentos de unificar la oposición volviendo a proponer un cártel unificado como el de 1990 se han repetidos, pero sin éxito.

Esto se debe a que con respecto a Nicaragua, al igual que en el resto de América Latina, hay dos líneas de EE.UU.: una que refiere directamente a la estructura oligárquica nacional y que responde a Washington, la otra que se basa más en la dimensión militar y terrorista de la desestabilización y que tiene una referencia directa con Miami. Las diferencias en la valoración de los sujetos y las fórmulas, obviamente, en el momento de la votación se unificarán en la búsqueda del objetivo común que, en el caso de Nicaragua, más que la victoria del liberalismo, es la derrota del sandinismo. Sueñan con repetir las glorias de 1990 pero saben que la historia es completamente diferente, imposible de repetir. Ni modo. Los que viven de esperanza mueren desesperados.

LA CEN

La jerarquía eclesiástica asumirá un papel preponderante en la formación del cártel de la derecha. Ahora inexistente desde el punto de vista pastoral y sordomuda ante las emergencias sociales, la Iglesia Católica ve disminuir su influencia cada día que pasa. No puede permitirse seguir adelante sin financiación pública y sin el papel público que se le reconoció erga omnes. El dinero utilizado para su propaganda provenía del extranjero y estaba destinado a relanzar la CEN en el marco de la oposición al gobierno. Pero no basta: por las ambiciones de sus cardenales y la financiación de sus vicios, no duraría otros cuatro años en el nicho de la oposición sin la financiación del Estado.

Que peso tiene ahora la CEN? Aprovechar la fuerte religiosidad de los nicaragüenses ya no tiene el valor que tenía hasta hace unos años. Intentar utilizar políticamente el cristianismo es útil hasta cierto punto cuando está claro que bajo la sotana hay una dimensión demoniaca y no de caridad; más que el mensaje de Cristo, la CEN relanza el de la ultraderecha y más que a los humildes dirige su atención a la oligarquía.

Sin prestigio ni credibilidad, tanto por su desleal participación en el intento de golpe de Estado como por sus mentiras y su indiferencia ante las necesidades del país, la CEN se ha labrado un nicho puramente político y cree que puede actuar como motor unificador de las distintas fuerzas de oposición. Para ello, entre marzo y abril, propondrá asumir la dirección política de la oposición con la candidatura de uno de sus prelados (Silvio Báez, probablemente) como deux ex machina. El intento es de superar muchos candidatos políticamente débiles con una candidatura políticamente fuerte. Para lograr este objetivo, se propone ejercer todo su peso residual tanto entre los fieles como en Washington, Bruselas y Roma, aunque sabe que no puede contar en absoluto con el apoyo del Papa Francisco, contra el que, por cierto, los obispos de casi todo el mundo han conspirado constantemente pero inútilmente desde el primer día de su pontificado. El riesgo es muy alto: perderá Báez y con su derrota se dará la definitiva crisis de la CEN.

El FSLN

El año pasado se han certificado tres resultados extraordinarios para el sandinismo: la pronta salida de la peor parte de la crisis económica inducida por el intento de golpe de Estado de 2018, que causó más de 1.800 millones de dólares en daños directos e indirectos; la excelente gestión de la pandemia Covid-19 a través de un extraordinario modelo de salud pública, junta a una lucidez en la valoración que impidió el pánico. No se escatimaron esfuerzos para equipararlo a un país moderno; impresionó el contraste a los dos espantosos huracanes que azotaron la costa del Caribe: una gestión sabia y prudente en el rescate, la seguridad de las poblaciones ante y luego, una oportuna y decisiva rapidez en la ayuda, eficaz en la restauración y mejora del territorio destruido. Nicaragua, también afectada como todos los demás por la desaceleración económica a causa de la pandemia, que siguió a la reducción del crecimiento a causa de los daños causados por el tentado golpe, ha enfrentado y ganado incluso a las adversidades climáticas, demostrando una organización capilar, una disciplina férrea y una confianza absoluta en el liderazgo del Comandante Ortega. Los resultados son excelentes, sería bueno bajarse el sombrero frente a tanta calidad política y de gestión que en países mucho más poderoso solo se sueña.

Estos son algunos de los elementos que explican el mayor consenso en la gestión del gobierno encabezado por el Comandante Daniel Ortega y la Vicepresidenta Rosario Murillo, del que se ha informado repetidamente en las encuestas de opinión realizadas en los últimos meses y cuyos resultados no dejan dudas al sandinismo ni esperanzas al antisandinismo. La derecha continúa construyendo campañas de odio, el sandinismo construye hospitales, carreteras, escuelas, defiende la integridad física de su pueblo y de su territorio nacional, diseña proyectos de desarrollo incluso en presencia de todo tipo de adversidades.

El 2021 será un año en el que la presión sobre Nicaragua para que conceda su soberanía política y electoral en manos de la OEA será fuerte. Managua obviamente no cree que deba someter sus decisiones políticas al juicio de la OEA y los EE.UU. La descalificación definitiva de la organización liderada por Luis Almagro, que metió su mano en la vergonzosa operación boliviana, se suma a la falta de credibilidad política de los Estados Unidos en materia electoral y conforma una indigesta mezcla ideológica que tiene adversarios insuperables en la soberanía, la autodeterminación e incluso en la higiene de la política. Aún más ridícula parece la presión indebida de la UE, que en términos de volumen de comercio y autonomía política de los EE.UU. es sólo un accesorio en las relaciones político-diplomáticas de Nicaragua.

Dado que Managua está acostumbrada a respetar los acuerdos realizados, se escuchará y sopesará la contribución técnica que la OEA quiere ofrecer en materia de técnica electoral, como se ha establecido hace años, y la posible cooperación se medirá en función del respeto que la organización muestre hacia Nicaragua. Entre colaborar y imponer hay toda la diferencia del mundo. De independencia y soberanìa se trata.

Les guste o no, como ha repetido muchas veces el Comandante Presidente Ortega, en Nicaragua el pueblo nicaragüense decide, nadie puede reemplazarlo. ¿Hay alguién que no haya entendido esto todavía?

(*) Periodista, Analista Político Director de Periódico Online www.altrenotizie.org y colaborador de la Revista Visión Sandinista.

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