Después de las batallas libradas en Las Segovias, de su Nicaragua entrañable, torna Sandino a luchar contra el panamericanismo del silencio, batalla que ahora hay que ganar y que ganaremos con escritores como Selser. Todo el que calle en la actualidad es cómplice del avasallamiento de nuestros países económicamente pobres y moralmente maltrechos. Nadie debe callar. Nadie puede callar.
Del libro titulado El pequeño ejército loco. El fuego que expulsó a los yanquis de Nicaragua. Autor: Gregorio Selser. Editorial Fondo de Cultura Económica.
Por Ramón Pedregal Casanova, Resumen Latinoamericano,28 de julio de 2023.
En Muy Muy, para los aborígenes es Mui Mui, en idioma Nahualt significa “Tierra de la nutria”, y en Matagualpa significa “Los mejores”. Diría que se encuentra en un valle, las montañas se levantan no muy lejos rodeando. Su población, me dicen, está entre 15 y 20.000 habitantes, tiene ganadería, el comercio es otro factor importante, he visto llegar varios coches, hay visitantes, cuenta con todos los servicios, médicos, centros de enseñanza. En el poco tiempo de estancia me ha parecido ver un pueblo limpio, humilde, hay un hombre tallando en uno de los puestos, la gente muy atenta, con muchas ganas de dialogar. En las tiendas hemos visto puestos con sacos de semillas, frutas, juguetes, carne en las brasas, ropa, bebidas frescas, … Hay dos anécdotas de la memoria histórica que me llamaron la atención: Muy Muy fue la primera población de América, corría el año 1927, bombardeada por la aviación de EEUU, y la segunda, cuando el ejército imperialista ocupó la ciudad robó una campana de la iglesia para ponerla en su cuartel y dar con ella las horas. Yo diría que no hay sitio por donde pasan los invasores que no quede marcado.
En Muy Muy nos hemos reunido para seguir la marcha a San José de las Mulas, un poblado en lo profundo de las montañas, allí el 27 de febrero de 1983 la Juventud Sandinista defendió la escuela que acogía a los niños de la zona enfrentando a un grupo de entre 300 y 600 somocistas, formaban parte del ejército mercenario financiado por EEUU con dinero que obtenía de la venta de armas a Irán, 1981, pues el Congreso de la Casa Blanca había puesto límite al presupuesto a emplear en la contrarrevolución. En esa tarea criminal el imperio empleó un ejército mercenario del que formaban parte militares propios y militares somocistas, paramilitares del Salvador y otros, y a esos bandidos se les conoció con el nombre de “La contra”. La contrarrevolución asesinaba para volver a la dictadura somocista como tal excrecencia del imperio.
EEUU, su elite, no estaba dispuesta a soportar que los hasta entonces esclavos le ganasen su independencia, eso fue el triunfo revolucionario de 1979, y redujo el analfabetismo de forma drástica, así como la pobreza y la pobreza extrema. Los fabricantes del hambre habían sido derrotados, y Nicaragua empezaba a salir del final de la lista de los países en peores condiciones de vida de todo el mundo, ocupaba el segundo junto a Haití. El trabajo de transformación desarrollado por la dirección político militar del ejército del pueblo nicaragüense transformó la realidad del pueblo, el pueblo despojado de todo se había dispuesto a vencer al monstruo que dominaba al mundo, su ejemplo refrescó la conciencia de los restantes pueblos, despertó la mayor y más límpia emoción, el tiempo nos iba a decir que sería la última revolución armada victoriosa del siglo XX, y fue tan importante que aunó en torno a su nombre a cuanta gente se empleaba en acabar con la opresión imperial. Fue tal el trabajo disciplinado y consciente de los revolucionarios sandinistas que los organismos multinacionales reconocieron la labor social titánica que había desarrollado en pleno saboreo de la victoria.
Pero el viaje lo habíamos emprendido para conocer por los pobladores el cómo se dio la batalla de San José de las Mulas, interesaba su memoria, su cambio de vida, su experiencia en un lugar tan recóndito. Yo había leído y escuchado que el enfrentamiento con “la contra” se dio en completa desigualdad, desfavorable para los defensores de la revolución, y, a pesar de lo cual los jóvenes sandinistas consiguieron el triunfo, aunque costó la vida a 23 de ellos, hoy conmemorados como Héroes de la Patria. La información más precisa sobre aquel acontecimiento histórico pueden conocerla aquí: https://diariobarricada.com/2023/02/27/40-anos-de-la-gesta-heroica-de-san-jose-de-las-mulas/ , seguidamente les dejo la noticia de la promulgación de la “Ley que declara Sitio Histórico a San José de las Mulas” en homenaje a los 23 Héroes de la Juventud Sandinista: https://noticias.asamblea.gob.ni/declaran-sitio-historico-san-jose-de-las-mulas-en-honor-a-los-23-heroes-que-ofrendaron-sus-vidas-en-defensa-de-la-patria/ . Este 23 de febrero se ha conmemorado el 40 aniversario de la Gesta Heroica.
Íbamos por una carretera que llamaba la atención por lo bien cuidada, habíamos conocido otras en el continente y las de Nicaragua, sin duda alguna, eran las mejores, esa por la que circulábamos nos daba la prueba. El viaje, llegado su momento como se había advertido, alcanzó un punto en el que abandonamos la calzada para adentrarnos por una pista de tierra, pista que veríamos subir pasando poblados, casas solas, hombres y mujeres recogiendo frutos en cestos, dirigiendo a los caballos que tiraban de sus carros, y nos tocaba saltar en los asientos en tramos irregulares del camino, dejábamos atrás maquinarias en plena faena de alisamiento y gentes trabajadoras a caballo conduciendo ganaderías. El aire, que había venido siendo caliente y húmedo, resultaba más ligero montaña arriba, aunque la vegetación se hacía selvática por momentos. Las casas humildes presentaban a su alrededor terreno con cultivos arrancado a la espesura circundante, entre aquella frondosidad sobresalían árboles gigantes en cuyos brazos crecían otras plantas de grandes hojas y otras arborescencias como pelos abundantes, la lluvia caía fina por momentos y se retiraba, con frecuencia veíamos animales de granja, cerdos, gallinas, perros, que tomaban el camino a su antojo, cruzábamos puentes estrechos entre la vegetación y cursos de agua que caía montaña abajo. Por fin, el conductor nos detuvo ante una casita en la que nos esperaban para darnos el desayuno, arroz con frijoles, queso, tortillas, café, las horas de viaje, eprendido muy temprano en la noche, nos había ido dejando hueco en el estómago. La generosidad también aplacó el cansancio del viaje. Desde la entrada contemplé la habitación que, sin que yo viese puerta, continuaba en la cocina – comedor, un tanto oscura, la que, por su tamaño profundo, daba su confianza a la luz natural que entraba por la ventana de la esquina del otro extremo, y allí se situaba el fuego. La cocina estaba animada por la disposición de dos mujeres que, tras un primer saludo afectuoso, nos invitaron a sentarnos en sillas y banquetas, y con buena conversación que señalaba la antigüedad de aquella vivienda y las del entorno, sus afanes diarios y los trabajos con los que habían cambiado la vida pasada de sometimiento, yo admirando su fortaleza y su confianza en lo que les tocaba hacer para el futuro, contemplé cómo no perdían atención a todo lo que pudiésemos necesitar, y nos llenaron los platos conforme invitaban a ponernos cómodos, preguntaban por nuestro parecer de la gente que habíamos conocido, por el camino y lo que había quedado atrás debido a su esfuerzo, quisieron saber si la comida estaba a nuestro gusto, todo lo hacían más cercano, mientras en el fuego lento un buen caldero les servía para preparar, desde ya, la comida humeante y perfumante que nos esperaría a la vuelta, tras la visita a San Juan de las Mulas.
La verdad es que uno se sentía un tanto conmovido mientras discurría la conversación, uno empequeñecía por la generosidad humana mostrada a vecinos y a extraños como nosotros, generosidad desprendida del mismo vivir de aquella gente. Yo, nosotros, sentía correr en mi interior un … frescor que me hacía preguntarme sin encontrar las palabras, quería decir algo, y de inmediato me parecía demasiado ligero, o demasiado fuerte, el fenómeno en mí no lo expresaría bien llamándole emoción, se expandía, se metía en la mente sorprendida y empapaba los ojos, que, para no ser visto, iba a desviar a los rincones desde los que miraban los gatos acurrucados. Habíamos terminado el desayuno y continuábamos hablando con la taza de café en la mano.
Entonces se dio la voz para subir a la furgoneta. Hasta la vuelta. Aún quedaba un buen rato subiendo por la montaña para llegar a San José de las Mulas.
Continúa: 2ª parte, Nicaragua Crónica del viaje a San José de Las Mulas. Homenaje a los Héroes.