Carlos Agüero, el legendario jefe guerrillero «Ródrigo»


El 21 de octubre de 1970, un comando del FSLN dirigido por Carlos Agüero logró por primera vez en la historia del FSLN liberar a un grupo de prisioneros sandinistas, quienes estaban encarcelados en Costa Rica desde 1969. En el operativo, fueron liberados los Comandantes Carlos Fonseca, Humberto Ortega y los compañeros Rufo Marín y Plutarco Hernández. En Managua y las principales ciudades del país hubo demostraciones masivas de júbilo con motivo de la acción de rescate de los prisioneros nicaragüenses en Costa Rica.

Por Radio La Primerísima

En homenaje al Comandante Carlos Rafael Agüero Echeverríam cuyo seudónimo más conocido era “Ródrigo”, con acento en la primera O, publicamos su semblanza biográfica, elaborada por el Ejército de Nicaragua; un relato del fallecido poeta y sacerdote Ernesto Cardenal, y la narración de la operación contra el campamento de torturas y antiguerrillero instalado en 1974 por la Guardia Nacional en Waslala.

Semblanza Biográfica

El “Ródrigo”, nació el 24 de octubre de 1947 en la ciudad de Cartago, República de Costa Rica. Hijo de María de los Ángeles Echeverría Jiménez, costarricense y Carlos Agüero Rocha, nicaragüense. Estudió primaria y secundaria en la ciudad de Cartago y en 1964 se bachilleró.

En 1967, se trasladó a Nicaragua y se matriculó en la Escuela de Derecho de la Universidad Centroamericana, participó en actividades del movimiento estudiantil, destacándose en tareas de agitación en contra de la dictadura militar somocista. En 1968, se integró al Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) organización político–militar, desarrollando tareas de incorporación de nuevos guerrilleros, logística, entrenamiento militar y participación en acciones guerrilleras.

El 9 de mayo de 1969, al mando de una célula clandestina dirigió acción de protesta en contra del responsable de las condenas judiciales a miembros del FSLN. Participó en tareas de recuperación económica en las ciudades de León el 4 de noviembre y en Managua el 17 de diciembre de 1969.

El 21 de octubre de 1970, al mando de la Operación Comando “Juan Santamaría” del FSLN, secuestró el avión TI-1024 de la Línea Aérea Costarricense, S.A. (LACSA) en que viajaban cuatro estadounidenses funcionarios de la United Fruit Company, logrando con esta acción la liberación del Comandante Carlos Alberto Fonseca Amador, Humberto Ortega Saavedra, Rufo Antonio Marín Úcles y Plutarco Hernández Sancho, destacados jefes guerrilleros que se encontraban privados de libertad en la República de Costa Rica.

En entrevista concedida a medios de comunicación en La Habana, República de Cuba sobre su integración al movimiento revolucionario expresó: “…un joven que no es absorbido por el medio corrompido en que vive y aumenta su grado de conciencia, aumentará su compromiso de la lucha hasta llegar al conocimiento de que el único camino viable, es el de la lucha armada”.

En marzo de 1971, junto al Comandante Carlos Alberto Fonseca Amador, partió a recibir preparación militar en la República Popular Democrática de Corea. En el mes de septiembre de 1972, ingresó clandestino a Nicaragua, incorporándose a las unidades guerrilleras en las montañas del norte del país. En octubre de 1973, es nombrado responsable de las escuelas de instrucción político–militar en la montaña, a la vez, es ratificado como segundo jefe de la Brigada “Pablo Úbeda” (BPU).

En junio de 1974, es integrado a la Dirección Nacional del FSLN, cargo ratificado por los Comandantes Carlos Alberto Fonseca Amador y Humberto Ortega Saavedra. Para este año Carlos Rafael Agüero Echeverría, era el jefe militar de la BPU que operaba en la zona de Zelaya Norte y el responsable de la preparación militar de los nuevos guerrilleros. Al respecto el Coronel Francisco Rivera Quintero expresó: “…el entrenamiento militar que recibían, cuando no traían ningún entrenamiento era responsabilidad de Carlos Agüero…jefe militar de la brigada”.

El 6 de enero de 1975, al mando de una escuadra de la BPU, atacó el cuartel de la Guardia Nacional (GN) en Waslala, y el 21 de marzo tomaron el poblado de Río Blanco en el departamento de Matagalpa. El 7 de abril de 1977, al mando de la Columna Guerrillera “Aurelio Carrasco” cae combatiendo contra una patrulla de la GN en la Comarca de Lisawé, departamento de Matagalpa.

El Comandante Carlos Rafael Agüero Echeverría, hombre de principios morales y patrióticos. Destacado dirigente estudiantil, sencillo, humilde, de serio carácter, de recia personalidad y disciplinado. Mostró siempre su amor a la libertad de la patria. Su ejemplo y legado perdura en Nicaragua y en especial en el Ejército de Nicaragua.

En agosto de 1979, en honor a su memoria el Alto Mando del Ejército Popular Sandinista designó al primer Centro de Preparación de Oficiales con el nombre de “Carlos Agüero Echeverría”, conocida como “ECA”. Donde se impartieron cursos de: jefe de pelotón de infantería, instructores de infantería, jefe de compañía infantería, jefe de batallón de infantería motorizado y cursos de las especialidades de artillería terrestre, defensa antiaérea, exploración, contrainteligencia, entre otros. De 1987 a 1993, con el objetivo de elevar el nivel académico de jefes y oficiales se dedicó exclusivamente a desarrollar el “Programa Filemón Rivera”.

El Comandante en Jefe del Ejército de Nicaragua, General de Ejército Julio César Avilés Castillo, a través de la Orden Nº 31 del 4 de octubre de 2011 instituyó que el nombre oficial del Auditorio del Estado Mayor General es “Comandante Carlos Rafael Agüero Echeverría” y mediante la Orden Nº 0109  del 10 de febrero de 2012 le otorgó póstumamente la Medalla “Honor al Mérito Militar Soldado de la Patria”, como justo reconocimiento a su legado histórico y patriótico.

Por Ernesto Cardenal

Varios fueron los estudiantes que nos envió Tito Castillo a Solentiname, que eran formados por él, y tal vez estaban en peligro de ser detenidos por la guardia, y hasta tal vez los había escondido en su casa. El muchacho izquierdista que odiaba a su padre era uno de los enviados por él; tenía un odio morboso, pero tal vez no le faltaba razón, porque su padre era banquero.

Y otro de los que Tito nos envió fue Carlos Agüero. Era hijo de Carlos Agüero, un hombre rico hermano de Fernando Agüero, el candidato de oposición que terminó pactando con Somoza. Tenía 19 años cuando llegó el que después sería el famoso guerrillero, el segundo al mando en la montaña cuando lo mataron, el legendario héroe de la revolución, Carlos Agüero.

Entonces era un líder estudiantil cristiano de mucho arrastre, y de un cristianismo muy radical. Me contó que no aceptaba dinero de su padre, porque no quería ser comprado por él, así que en la universidad estaba sin dinero. Para llegar a Solentiname tuvo que pedirle a Tito Castillo que le pagara el pasaje de la lancha (de ida, el de regreso se lo debía pagar yo). Me contó que por razones de principio no ponía los pies en el Country Club, y eso era un sacrificio costoso, porque significaba que no podía ir con la muchacha de la que estaba enamorado, y ella iba con el rival.

Ahora se le había presentado un dilema, y Tito lo había enviado a Solentiname para que allí reflexionara sobre él, y también lo consultara conmigo. Por una parte deseaba entrar a la guerrilla para dar en ella un testimonio cristiano; creía importante la presencia cristiana en una guerrilla que hasta entonces había sido sólo de marxistas. Por otra parte, también pensaba en la creación de un movimiento cristiano revolucionario en la universidad, que él deseaba llamar Movimiento Camilo Torres, inspirado en las ideas de Camilo.

Un guerrillero cristiano

Se inclinaba más a la guerrilla. Aunque también se daba cuenta de que había un riesgo: y es que como cristiano en una guerrilla él podría ser para ellos más importante muerto que vivo. Les podría interesar más enarbolar su nombre como cristiano estando muerto, y no que estando vivo sobresaliera como cristiano en la guerrilla. De este peligro ya lo había conversado con “don Tito” (así le llamaba a su profesor Tito Castillo, por el que tenía gran respeto y admiración). Yo estuve de acuerdo con él en cuanto a que había un riesgo. Y en mi acercamiento con los sandinistas yo mismo había sentido este peligro. Tomás Borge hablando del primer encuentro que tuvimos ha dicho que nos dimos un abrazo “fraternal y desconfiado”. En lo que a mí respecta tenía razón. La siguiente vez que nos vimos fue con la presencia del Padre Uriel Molina, un franciscano progresista, y después de la plática Uriel y yo hablamos de que debíamos cuidarnos de no ser manipulados.

De todos modos Carlos Agüero estaba dispuesto a correr el riesgo. Cuando se fue de Solentiname aún no estaba seguro de qué decisión tomar, aunque prefería la guerrilla.

Mientras estuvo con nosotros llegó un francés que había estado haciendo no sé qué estudio social de no sé qué organismo, entre los campesinos del norte, y nos habló de la espantosa miseria de esos campesinos, nos mostró las estadísticas; y los ojos de Carlos Agüero estaban humedecidos, estaba al borde del llanto. Cómo será que yo todavía lo recuerdo. Nunca he visto a nadie con tanta compasión por gente que uno no conoce, únicamente oyendo lo que le cuentan. Esa sería la gente con la que conviviría después, en aquellas remotidades del norte, en donde le tocó ser guerrillero, y ser jefe, y morir.

Se robaba los libros

En Solentiname leyó mucho, principalmente las cosas de izquierda que teníamos. Y me contó que “don Tito” le dejaba sacar los libros de su biblioteca, y él le robaba libros, porque si ya fueron leídos no tenían por qué estar guardados, mientras otros los podrían leer, y entonces él los cogía (si eran revolucionarios) y los hacía circular. Después que se fue empezamos a notar que libros de izquierda que teníamos, ya no estaban. Y entonces decíamos: “¡Fue Carlos Agüero!”. Hasta lo calumniábamos, porque a veces aparecía el libro que antes no habíamos encontrado, y nos había hecho decir muy rápido: “¡Fue Carlos Agüero!”.

Poco después de que Carlos Agüero estuvo en Solentiname, su papá lo envió a estudiar a Costa Rica, para apartarlo de la política nicaragüense. Parecía que él había cedido, pero pronto fue gran noticia en los periódicos: secuestra un avión costarricense y hace que los rehenes sean canjeados por Carlos Fonseca, Humberto Ortega y otros sandinistas que estaban presos en Costa Rica, y que se van a La Habana junto con él.

Más tarde escribió una carta desde Cuba dirigida a Alejandro Guevara, para él y los demás muchachos de Solentiname, donde les decía que qué hacían todavía allí en esa isla, cuando debían estar luchando en alguna otra parte de Nicaragua. Alejandro le contestó que ellos estaban haciendo algo en Solentiname; y le preguntó qué estaba haciendo él en Cuba, cuando podía estar luchando en Nicaragua. Yo también pensaba que él debía estar en la universidad. Con todo y su secuestro de avión, en la universidad era inmune con el nombre y apellido que tenía. Somoza no podía echarlo preso, siendo sobrino carnal de Fernando Agüero, que cogobernaba mediante un pacto; y él con los estudiantes podría hacer lo que quisiera… Eso era lo que pensaba yo. No era lo que pensaba él.

Después estando yo en Cuba, me llegó a visitar al hotel Carlos Agüero. Me habló de los entrenamientos que estaba teniendo; me parece que también los había tenido con los palestinos; y me dijo que se incorporaría en Nicaragua a la guerrilla de las montañas del norte. Le pregunté si siempre era cristiano, me dijo que sí según él, pero no sabía si eso sería cristiano para mí. Yo le dije que tal vez sí. Y no tocamos más el punto.

Ciertamente si Carlos Agüero era distinto del que llegó a Solentiname, también era distinto el Ernesto Cardenal que ahora estaba en Cuba apoyando la revolución. Yo podía reconocer ese cristianismo de él, aun sin saber más detalles de su vida, como una forma nueva de ser cristiano. Y ahora lo reconozco todavía mejor, y pienso que puede haber sido más cristiano de lo que él mismo creía que era.

Bastante tiempo después de la llegada de Carlos Agüero a Solentiname, fue que llegó Claudia Chamorro, muchacha muy linda que había sido reina de belleza, que pronto entró a la clandestinidad y a la guerrilla, y fue la compañera de Carlos en la montaña; fueron “casados por las armas”: la ceremonia nupcial de pasar debajo de los fusiles de la tropa. A la Claudia los campesinos le llamaban “La Yanka” (con gran disgusto de ella) porque era alta y rubia y de ojos claros. También Carlos era alto y algo rubio y de ojos azules, y Omar Cabezas en sus memorias de la guerrilla dice que por ese físico lo vio como un rico o un extranjero, a pesar de que en el campamento estaba en harapos como los otros -y él no sabía que ése era Carlos Agüero, tan sólo lo conocía como “Rodrigo”. Dice que para los entrenamientos era “caballo”: desde las cuatro de la mañana obligaba a la tropa a aquellos ejercicios durísimos.

Con Carlos Fonseca

Volví a ver a Carlos Agüero en Managua, junto con Tomás Borge y Carlos Fonseca, precisamente en la casa de Tito Castillo. Fue a la media noche y hasta la madrugada, como eran las entrevistas en la clandestinidad. Esa vez me propusieron que aceptara ser miembro de una junta de gobierno de tres, cuando triunfara la revolución, que ellos veían que iba a ser pronto. Otro miembro de la junta sería Sergio Ramírez. Ellos decían que era necesario una junta de gobierno que los gringos no pudieran rechazar. Les dije que no quería, pero siguieron insistiendo, y, con esos argumentos, bueno, tuve que aceptar.

Carlos Agüero había leído mi “Epístola a José Coronel Urtecho”, recién publicada, y le había gustado mucho aquella línea: “El FSLN viene avanzando en el norte”, y la repetía feliz.

Un año después, estando aún en Solentiname, me tocó pasar la Semana Santa en Venezuela, y fui a un afluente del Orinoco a visitar a los indios yaruros, y en el jeep en que andábamos se estaba oyendo la Radio Habana, y fue por Radio Habana que supe que Carlos Agüero había muerto en combate con un tiro en el corazón. Claudia Chamorro había muerto unos meses antes protegiendo la retirada de un compañero. ¡Si tanta gente maravillosa que murió por esta revolución hubiera quedado viva!

El audaz operativo exitoso contra el cuartel de Waslala

Entrevista con uno de los combatientes que participó en el ataque al campamento antiguerrillero de Waslala. El operativo fue dirigido por Carlos Agüero Echeverría, uno de los más valientes jefes del FSLN. La entrevista fue realizada por otro guerrillero y publicada por la organización en marzo de 1977, pocas semanas antes de la caída en combate del legendario “Ródrigo”.

Waslala es una comarca enclavada en zonas montañosas del Departamento de Zelaya. En 1970 cuando se organizó la persecución del núcleo guerrillero que el FSLN preparaba cerca del Cerro Zinica, la dictadura decidió Levantar una pequeña edificación que sirviera de campamento a las patrullas punitivas de la Guardia Nacional en la Comarca de Waslala, escogiendo para eso una loma que ellos consideraron inexpugnable.

En aquellos tiempos Waslala estaba cubierta de frondosa vegetación selvática, hoy en día la incesante y criminal tala de árboles y las quemas constantes, presentan una tierra virtualmente devastada, con escasa vegetación; y en donde la primitiva agricultura de subsistencia del campesinado de estas zonas, lo obliga año con año a “despalar varias manzanas de montaña y a quemar” para poder sembrar el maíz y los frijoles, desechando la tierra cansada la que podría revivir con el abono que le resulta imposible adquirir y si no es que le es algo, totalmente desconocido. Además de esta situación obligada, por la miseria del campesinado, están los voraces tentáculos de las fatídicas compañías madereras que asolan nuestros bosques.

En 1974 con el desencadenamiento de la actividad guerrillera del FSLN en las cordilleras segovianas, la dictadura mejora las instalaciones del campamento antiguerrillero de Waslala, acelerando la construcción de una carretera de montaña que, pasando por la Hacienda El Carmen propiedad del latifundista Marcelino Castro, llegara a la zona de Rancho Grande y cayera finalmente en Waslala.

La construcción de esta carretera estuvo a cargo del Batallón de Ingenieros de la Guardia Nacional, con el asesoramiento militar de oficiales norteamericanos que llegaron de Fort Guilick, Zona del Canal de Panamá. Sin embargo, la carretera que se terminó con mucha propaganda no aguantó los primeros meses de la estación lluviosa de 1975, quedando su tramo final totalmente inutilizable.

Actualmente la GN trabaja intensamente en la reconstrucción de ese tramo, lo cual le permitirá una asistencia logística más económica, ya que por helicóptero resulta muy costosa, pero a la vez la existencia de dicha vía lo hace más vulnerable a los golpes guerrilleros, y además que demuestra en forma indiscutible ante la población campesina que solo gracias a la presencia de la guerrilla se puede lograr un relativo progreso, como esa mentada carretera.

Alrededor del campamento antiguerrillero de Waslala la dictadura ha dado la ubicación de determinada cantidad de esbirros, y a quienes se les ha suministrado escopetas y se les ha organizado en bandas paramilitares. También se ha obligado a la población de esa comarca y de otras aledañas a participar en un plan gigantesco de agricultura que pretende suministrar la suficiente cantidad de granos básicos para la alimentación de los efectivos de la Guardia Nacional que participan en operaciones de represión y contra insurgencia.

En 1975 la dictadura obligó a los dueños de las pequeñas y raquíticas ventas de ropa y algunos víveres que existen en estas montañas, y que estaban situadas en comarcas vecinas, que debían trasladarse a los alrededores del campamento de Waslala.

En Waslala las patrullas de reconocimiento y de combate de la Guardia Nacional permanecen escasos días para luego salir en misión. Ahí son encarcelados las decenas de prisioneros que llegan de diferentes comarcas, siendo lanzados en una insalubre y tétrica fosa de 7 metros de profundidad, por 10 metros ancho y 20 metros de lado. De Waslala desaparecen para siempre, mes con mes, numerosos prisioneros. En el campamento de Waslala los rasos de la Guardia Nacional comen arroz y frijoles con tortilla, a los oficiales no les faltan los plátanos fritos y la cuajada.

Nos encontramos en el campamento central de la Brigada Palo Úbeda, cuando el 29 de diciembre recibimos órdenes del Mando Superior de la Guerrilla para salir en misión de combate. Salimos en las primeras horas de la mañana cargando alguna comida para el viaje y llegamos a las 2 de la mañana hasta un punto en donde obtuvimos una más actualizada información sobre el objetivo.

Caminamos los días 30 y 31 de diciembre y primero de enero, aprovechando los descansos para informarnos sobre la exitosa acción del “Comando Juan José Quezada”. Por aquellos días el invierno se despedía con una furia poco usual: llovía a torrentes y los caminos se encontraban lodosos hasta las rodillas.

Amanecimos el 2 de enero acosados por el frio de una lluvia interminable y con huesos molidos por la fatiga. Nos situamos a 400 metros del campamento antiguerrillero de Waslala e inmediatamente el mando de la “Unidad de Combate Luis Hernández”, giró instrucciones para establecer un puesto de observación para que verificara las informaciones recibidas y controlara todas las actividades de los efectivos de la GN en el campamento.

Rápidamente se estableció la configuración de dicho campamento formado por tres cuarteles, una cocina, dos puestos de vigilancia y dos casetas postas. Se determino la presencia de 22 soldados enemigos, a la vez que contemplaban los frecuentes viajes de pequeños helicópteros.

El mando organizo la apertura de picada para realizar la aproximación y para la retirada, a la vez que se preparaba la línea de fuego a escasos 20 metros de las instalaciones ubicándose prácticamente contra la alambrada que protegía el campamento.

Realizadas todas estas actividades permanecimos los días 3, 4, 5, y 6, a la vez que mitigábamos el hambre con algunas cucharadas de pinol que racionadamente y en forma equitativa se distribuía de acuerdo a las órdenes del Mando. El día 6 bajaron varios helicópteros en Waslala.

A las 5 de la tarde el mando estableció los puntos de reunión y procedimos a esconder las mochilas. A las 6 con 15 minutos llegamos a la línea de aproximación mientras el mando impartía las ultimas orientaciones y precisaba la disciplina de fuego, determinando cuantos tiros debía disparar cada combatiente, la sincronización que se debía lograr para iniciar el ataque y las voces para iniciar la retirada.

Aprovechando una incesante lluvia procedimos a realizar la aproximación a la línea de fuego. Dicho desplazamiento se caracterizó por la más completa cautela. Los guardias acababan de cenar y se preparaban para dormir, la luz del día se esfumaba rápidamente, y solo quedaban algunos minutos para la oscuridad de la noche y esto nos impediría utilizar efectivamente los órganos de puntería de nuestras armas.

En medio de la enorme tensión que nos producían los momentos estelares del ataque, nuestro espíritu de combate se nutría de valor recordando el heroísmo sinigual de nuestros venerados mártires. La satisfacción de vengar a los heroicos combatientes de Pancasán que dirigidos por Silvio Mayorga y Rigoberto Cruz (Pablo Úbeda) cayeron en desigual combate en agosto de 1967, se hacía presente en nosotros. Se hacían frescos en nuestra memoria los recuerdos de los cientos de guardias que con una tanqueta masacraban cobardemente la decisión y rebeldía de nuestro pueblo un 15 de julio, representado en nuestro glorioso dirigente Julio Buitrago. Nos colocamos en forma precisa nuestros sectores de fuego.

A las 6:30 p.m. se dio la señal de ataque. Nuestras armas vomitaban fuego en forma inmisericorde, la confusión de los guardias era total, algunos contestaron en forma esporádica y sin dirección, algunas granadas surcaron el espacio, el repiqueteo de una ametralladora se mantuvo por algunos minutos, luego el silencio seria sepulcral. La noche había caído, y la retirada se emprendía organizadamente. Llegados al primer punto de reunión, el mando examinó el estado físico de los combatientes, todos estábamos sin un rasguño y solo se habían perdido dos gorras en la retirada.

Por algunos minutos perdimos la picada, pero la calma del baqueano permitió encontrarla de nuevo. Llegamos al segundo punto de reunión en donde nos esperaba un anciano que cuidaba mochilas y nos iba acompañar como baqueano. Aquella noche caminamos hasta las 5:30 de la mañana, hora en que el mando decidió acampar.

A las 8:30 de la mañana llegaron tres helicópteros al campamento de Waslala, lo cual observamos desde una loma lejana. Luego levantaron vuelo con gran lentitud. A las 10 a.m. llegaron otros dos, a las 12 del día llegó uno y a la 1 de la tarde llegaron otros dos. Ese día varios jueces de mesta que se habían presentado a Waslala informaban la muerte de 11 guardias nacionales y 6 heridos.

El 8 de enero se habían concentrado varias patrullas de la Guardia Nacional en el campamento de Waslala. Allí se concentraban los torturadores con rango de oficial como Juan José Romero, Franklin Montenegro, Raúl Sánchez, Navor Zeledón, Oscar Bello, Fellon, Pantera, Gigante, etc. Eran sacudidos por la impotencia, y su disgusto sería saciado torturando campesinos indefensos, saqueando ranchos, quemando humildes chozas, sirviendo a los intereses del dictador y de la oligarquía explotadora, cuidando la hegemonía del imperialismo norteamericano.

El final de 1974 y el inicio de 1975 habían sido saludados con una ofensiva guerrillera del Frente Sandinista. En la ciudad, el Comando “Juan José Quezada” había estremecido los cimientos de la dictadura, en la montaña la Escuadra “Julio Buitrago” había realizado una recuperación económica contra el Banco Nacional de Abisinia, en Boca de Piedra una escuadra Sandinista había emboscado a esbirros de esa comarca y el 6 de enero mientras se atacaba el Campamento Waslala, una escuadra Guerrillera embocaba a esbirros locales de la comarca Las Bayas.

Patria Libre o Morir
Dirección Nacional del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN)
Algún lugar de las cordilleras segovianas, marzo de 1976

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