El Caribe, nuestro Fénix


 El paso del huracán Eta por la costa Caribe Norte con sus vientos de 250 kilómetros por hora y sus torrenciales aguaceros fue aterrador, destructivo. Las imágenes aéreas publicadas por Juventud Presidente hablan por sí solas.

Por Radio LA Primerísima/Juventud Presidente

Miles de personas en la ciudad de Bilwi y en todas las comunidades que desde hace siglos habitan la bellísima franja costera del Caribe Norte, vivieron entre el 2 y el 3 de noviembre dos noches y un día que jamás podrán olvidar.

Pero quizá quienes vivieron con mayor crudeza aquellas noches de espanto, son los pocos habitantes que se quedaron en Wawa Bar, cuidando sus pertenencias mientras la mayoría de las mujeres, niños y ancianos fueron evacuados 24 horas antes hacia Bilwi, ubicada a dos horas navegando hacia el norte, por la Fuerza Naval del Ejército de Nicaragua, acatando órdenes del Presidente Daniel Ortega.

El zumbido ensordecedor de aquél monstruo de vientos y lluvias, hizo que durante más de 36 horas todos los caribeños de la costa norte dejaran de dormir, atormentados y angustiados, apenas guarecidos en habitáculos seguros dentro de sus viviendas o en los centros de refugio adonde fueron llevados oportunamente por brigadas del Ejército y del Frente Sandinista.

La furia de Eta no arrebató ninguna vida, pero destrozó los hogares de centenares de familias, el hábitat que es parte de su misma forma de vida, los instrumentos de su trabajo.

Hoy toca la reconstrucción y como ha ocurrido tantas veces a lo largo de siglos de historia, el pueblo caribeño está en pie de lucha. Ayudados por el Gobierno Sandinista, las familias mískitas, afrodescendientes, mayangnas y mestizas que sobrevivieron al horror de los ventarrones que tomaron su furia de las cálidas aguas del bellísimo Mar Caribe, ya están trabajando. Ninguna se ha quedado de brazos cruzados.

Vivieron el horror. Ahora viven los milagros de la solidaridad y confían que su gobierno, su Presidente Daniel Ortega, su Frente Sandinista, estarán con ellos en su proceso de reconstruir sus mundos.

Son nuestro Fénix, aquella ave fabulosa de larga vida que desde tiempos remotos nuestros antepasados consideraban única, que se sabe regenerar de las cenizas de su predecesor.

Nuestro fénix, el portentoso símbolo de la renovación

Todos los caribeños tienen y viven la esperanza.








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