Durante décadas se han multiplicado las críticas al Banco Mundial por no haber cumplido con su supuesta obligación de promover el desarrollo y reducir la pobreza. Sin embargo, en el momento de su fundación en 1944 por Estados Unidos, la verdadera inicial razón de ser del Banco Mundial era de garantizar la reconstrucción de la economía de la Europa Occidental como un baluarte contra los países comunistas liderados por la Unión Soviética.
Por Stephen Sefton, Consejo de Comunicación y Ciudadanía
Luego, más adelante, el Banco Mundial se desarrolló, junto con el Fondo Monetario Internacional, como el principal instrumento para priorizar los intereses de las élites empresariales de Estados Unidos y de los antiguos poderes coloniales europeos por encima del progreso y desarrollo de los pueblos del mundo mayoritario.
Como corolario de ese propósito, el trabajo del Banco Mundial siempre ha tenido varios aspectos políticos e ideológicos más allá de su papel como una entidad sencillamente financiera. En primer lugar, desde su fundación, el Banco Mundial ha sido a la vez el árbitro y la policía de las reglas y normas de las condiciones que acompañan la financiación internacional para el desarrollo. Muchas veces, el Banco Mundial, igual que su gemelo el Fondo Monetario Internacional, ha emitido créditos de manera desleal a sabiendas que el país endeudado no va a poder cumplir en tiempo y forma con el reembolso del préstamo. Luego, el propio Banco Mundial asume el papel de alguacil que viene a imponer condiciones de subyugación neocolonial para recuperar la deuda.
Es una historia vergonzosa muy bien reconocida que ha ido de la mano
con la descarada propaganda falsa emitida constantemente por el Banco
Mundial en sus informes y reportes a favor de la fantasía de un
inexistente libre mercado, junto con la mentira que el capitalismo es el
sistema económico más eficiente y exitoso de la historia al que no hay
alternativa. Así que el papel del Banco Mundial como un medio de la
guerra psicológica a favor de las élites gobernantes norteamericanas y
europeas es probablemente de igual o mayor importancia que sus
actividades meramente financieras. La más reciente informe del Banco
Mundial sobre el desarrollo económico mundial con el título “La trampa
del ingreso mediano” es un excelente ejemplo de este aspecto del trabajo
del Banco Mundial como parte de la guerra psicológica occidental contra
la humanidad.
Para sus lectores norteamericanos y europeos el informe afianza la
mentira del compromiso de Estados Unidos y sus aliados con la promoción
del desarrollo humano del mundo mayoritario. Para sus lectores en el
mundo mayoritario suficientemente inocentes para tomarlo al pie de la
letra, el informe ofrece los elementos de un espurio hoja de ruta
neoliberal por medio de lo cual los países de ingreso mediano están
aconsejados que puedan lograr salir de la pobreza. Sin embargo, para
cualquier persona del mundo mayoritario consciente de la historia
contemporánea de los últimos 50 años el informe tiene completamente otro
sentido.
De hecho, es una franca confesión de la desesperada mala fe durante casi 80 años de la principal institución mundial encargada de promover el desarrollo económico alrededor del mundo. También se puede leer el texto en sí como una extendida exposición de los falsos supuestos y las deliberadas omisiones de una casta de economistas fariseos al servicio de un imperio al desnudo. Se trata de un estudio de caso de la perversidad moral e intelectual de la cultura de la burocracia occidental de las Naciones Unidas, lo cual también incluye el vaciamiento de la integridad del sistema de los derechos humanos de la ONU. Al perjudicar directamente a cientos de millones de personas ambos representan una burla de la Carta de las Naciones Unidas.
Quizás el más insultante de los falsos supuestos del informe del Banco Mundial, es que trata como un hecho indiscutible que la meta de todas las sociedades es de llegar a tener una economía de altos ingresos parecido a los Estados Unidos cuando ese país es incapaz de defender el nivel de vida de su propia población. La cifra oficial de la pobreza en Estados Unidos es de un 12%, pero el medio CNN reporta que 63% de las familias en el país no tienen ahorros suficientes para cubrir un gasto inesperado de US$500. Un estudio de este año sobre el fenómeno de personas sin vivienda reporta, “En el transcurso de 2023, casi un millón de personas (970 806 personas) se quedaron sin hogar por primera vez, la cifra más alta jamás registrada.” Otro vergonzosa realidad es que más de 40% de la población reciben cupones para alimentos porque sus ingresos no cubren el costo de dar a comer a sus familias.
En 2023, entre 25 y 30 millones de personas estadounidenses no tenían
seguro médico y, de las familias con seguro médico, 60% estaban
endeudadas por motivo de costos médicos no cubiertos por su seguro. En
relación a la educación, el costo anual para tener una niña o un niño de
entre 3 y 5 años de edad en un centro preescolar es alrededor de
US$10,000 al año. Con respecto a la educación superior, el costo total
para un estudiante típico de terminar un curso universitario de cuatro
años es casi US$60,000 al año. El costo promedio de una vivienda en
Estados Unidos es más de US$420,000. Estos datos confirman el alto costo
de vivir para una típica familia estadounidense.
A pesar de estos incontrovertibles datos, si uno busca en el informe del
Banco Mundial la frase “el costo de la vida”, no aparece por ningún
lado. Y el informe tampoco toma en cuenta la escandalosa desigualdad
económica que caracteriza la sociedad estadounidense. A inicios de 2024,
mientras 50% de la población tenía apenas 2.5% de la riqueza, el 10%
más rico de la población acaparaba el 67%. Sin embargo, en el informe la
frase “distribución del ingreso” aparece solamente dos veces, una vez
para criticar el concepto de “una ideal distribución del ingreso” y otra
vez para notar de manera banal que el sistema tributaria puede
facilitar la redistribución del ingreso.
Aparte de la omisión de estos puntos fundamentales, desde luego, la definición usado por el informe de “un país de ingreso mediano” es absurdamente amplio porque incluye a países con PIB per cápita anual de entre US$1,136 y US$13,845. La medida en sí es prácticamente inútil porque ignora los temas del costo de la vida, de la distribución de la riqueza o la provisión de derechos básicos como la salud, la educación, la vivienda o el transporte público. Así que la calidad de vida y el nivel de vida de una población en un país de orientación socialista de relativamente bajos ingresos pueden ser significativamente mejores que en un país capitalista con relativamente altos ingresos.
Evidentemente, el propósito del informe no es de abordar de manera honesta la materia cubierta sino de desinformar y engañar a sus lectores por medio de una argumentación insincera. Esencialmente el informe argumenta que para superar la pobreza los países empobrecidas por siglos de explotación de parte de las élites occidentales tendrán que abrazar la “destrucción creativa” y “la innovación” dentro del marco de un mercado libre. Pero la selección ofrecida de los países ejemplares que los autores citan para justificar su argumento deja a un lado otros factores históricas y económicas que han contribuido al relativo éxito de estos países que no tienen nada que ver con la cuenta de hadas de la mágica operación de un mercado libre. Se trata de los tres países Chile, Corea del Sur y Polonia.
En el caso de Chile, su aparente relativo éxito en términos macroeconómicos se ha construido en base a estupendos niveles de desigualdad. El sitio web Statista comenta, “Del total de la riqueza nacional en Chile en 2022, el 80.6% pertenecía al grupo del 10% superior. Casi la mitad de la riqueza de Chile, el 49.8%, estaba en manos del 1% más rico. Por otro lado, el 50% inferior tenía una riqueza negativa de -0.6%. Ese año, la riqueza personal promedio del uno por ciento más rico se valoraba en más de US$3,000,000.” Así que la mayoría de la población chilena no puede superarse económicamente y para 50% su nivel de vida retrocede.
Parecido en algunos aspectos a la historia contemporánea de Chile, los tremendos avances económicos de Corea del Sur no han resultado de la acción mágica del mercado libre, sino de su decidida planificación estatal bajo una serie de gobiernos represivos durante casi 40 años hasta el fin de los años 1980s. Por medio de sucesivos planes quinquenales, la despiadada represión de su población, y el control estatal de su sector bancario, las dictaduras, todas apoyadas de manera incondicional por Estados Unidos, transformaron su agricultura y su capacidad industrial y crearon grandes empresas competitivas a nivel mundial como Samsung, Daewoo o Hyundai. Pero igual que en el caso de Chile, para la economía doméstica este tremendo aumento de crecimiento ha resultado en niveles muy altos de desigualdad. En 2023, el 10% más rico en Corea del Sur tenía casi 45% de la riqueza nacional mientras la riqueza del 10% más bajo fue cifrado en una negativa -0.2%.
El caso de Polonia también contradice el argumento del Banco Mundial.
Polonia ingresó a la Unión Europea en 2004 y desde entonces ha recibido
decenas de miles de millones de euros en ayudas y subvenciones para
fortalecer su economía. Por ejemplo en 2018 recibió un total neto de €12
mil millones. Se estima que desde su entrada a la EU más de 2 millones
personas han tenido que migrar afuera del país para buscar trabajo de
una población total de alrededor de 36 millones personas. Hay que
recordar que el Banco Mundial ofrece Chile, Corea del Sur y Polonia como
sus mejores ejemplos para América Latina, Asia y Europa
respectivamente, de cómo “un país de ingreso mediano”, un eufemismo para
no decir “un país empobrecido”, puede superar la pobreza.
En verdad, sus ejemplos solo indican la falsedad de sus argumentos a
favor del modelo del mercado libre y el imperativo de la innovación. Fue
precisamente el culto de la innovación que llevó al catástrofe del
colapso financiero internacional de 2008-2009 y sus secuelas, las cuáles
las economías occidentales todavía no han logrado superar. De hecho,
las personas que trabajan en el Banco Mundial y el FMI son de la misma
clase de falsas profetas que pensaban en 2022 que se podría destruir la
economía rusa con una ofensiva relámpago de medidas coercitivas
unilaterales. Terminaron perjudicando a sus propias economías mientras
la economía rusa ahora es la cuarta economía más fuerte del mundo.
Son de la misma clase de analistas económicas que predicen
constantemente una crisis irremediable en la economía de la República
Popular China, lo cual nunca llega a pasar. Lo paradójico es que la
teoría de los beneficios la “destrucción creativa” sí ha funcionado,
solamente no de la manera que el Banco Mundial ha querido. Al agredir a
los pueblos, por ejemplo de la Federación Rusa, la República Bolivariana
de Venezuela o la República Popular Democrática de Corea en el afán de
destruir sus economías, las élites occidentales han promovido
estrategias de sustitución y autosuficiencia que más bien han
fortalecido las economías. La Federación Rusa es un robusto ejemplo de
esta realidad, pero todavía más impresionante ha sido el triunfo de la
Venezuela Bolivariana por haber revertido de manera dramática el bloqueo
económico, y el saqueo de sus activos por las élites criminales de
Estados Unidos y los países de la Unión Europea.
Una comparación de los falsos argumentos del Banco Mundial con la
realidad histórica y económica demuestra categóricamente que la fe
neoliberal en su mítico mercado libre comparte muchas características
irracionales con los cultos religiosos. Después de todo, un país con un
gobierno de enfoque social que dirige su economía hacia la satisfacción
de las necesidades y aspiraciones de la mayoría de su población tiene
mejor calidad de vida que un país capitalista dedicado a priorizar a
toda costa las ganancias de su élite empresarial. Invocar como
aspiración algún mal definido nivel amorfo de “altos ingresos” es un
fuego fatuo ideológico promovido por las élites corporativas
occidentales y los gobiernos de que son propietarias.
La experiencia de Nicaragua demuestra que la planificación con metas concretas en base al consenso popular rinde mejores resultados en términos de la democracia económica, la justicia social, la equidad y la prosperidad. Es muy relevante tener en mente que Nicaragua tiene parecidos o mejores indicadores de crecimiento económico que sus vecinos centroamericanos, a pesar de las numerosas medidas coercitivas unilaterales norteamericanas y las nefastas costosas secuelas del fallido golpe de estado de 2018. Además, las indicadores macroeconómicas de ingreso per capita no reflejan el verdadero nivel de vida de las familias nicaragüenses porque excluye los múltiples grandes ventajas garantizadas por nuestro Buen Gobierno en la forma de la salud pública gratuita de alta calidad, la educación gratuita a todos los niveles, los subsidios de transporte, de combustible y energía eléctrica, la seguridad pública, la seguridad alimentaria y todas las facilidades para el deporte y el esparcimiento de las familias, para tomar los ejemplos mejores conocidos.
El exitoso ejemplo de Nicaragua no le interesa a las y los autores del informe del Banco Mundial porque contradice su premisa equivocada, cruda y superficial de que un país empobrecido debe de proponerse llegar a tener el PIB per capita de un país de ingresos altos. La experiencia de la economía más importante del mundo, la de la República Popular China, enseña que ese objetivo es un ídolo falso. Como ha escrito el Presidente Xi Jinping “Debemos cumplir cabalmente todas las tareas para lograr el triunfo definitivo en la culminación de la construcción integral de una sociedad modestamente acomodada y elevar continuamente el nivel de la modernización socialista de China.”
El Presidente Xi también ha notado que se trata de un complejo proceso democrático en que, “El pensamiento de desarrollo centrado en el pueblo en lugar de ser un concepto abstracto y abstruso que figura como una consigna y se aborda en el ámbito ideológico, debe reflejarse en los diversos eslabones del desarrollo económico y social. Hemos de persistir en la condición del pueblo como sujeto, adaptarnos a su aspiración a una vida hermosa y hacer continuos esfuerzos para materializar, proteger y desarrollar sus intereses esenciales, consiguiendo que el desarrollo sea favorable al pueblo, se apoye en él y le permita compartir sus beneficios.”
Este modo de pensar y de concebir el desarrollo económico enfocado en
la persona humana y el pueblo es totalmente opuesto a la destructiva,
estéril concentración de la riqueza en manos de una élite, lo cual es el
objetivo del sistema capitalista neoliberal promovido por el Banco
Mundial. A ese sistema hay alternativas ahora que han surgido de las
diversas experiencias exitosas de lucha por el desarrollo humano de sus
pueblos de diferentes países del mundo mayoritario. Entre ellos, en
América Latina, figuran los países del ALBA, principalmente Bolivia,
Cuba, Nicaragua y Venezuela.
Como dijo nuestro Comandante Daniel en 2022 en un encuentro con una
delegación de China , “Venimos tratando todos los temas que nos permitan
desarrollarnos en mejores condiciones a los nicaragüenses y acabar con
la Pobreza, con la Extrema Pobreza, y que los nicaragüenses tengan un
nivel de vida decente. No estamos aspirando a la riqueza ostentosa, sino
a una vida decente, como bien lo señala el Presidente Xi Jinping, allá,
en cuanto al Pueblo Chino, a las Familias chinas. Y eso es lo que
quiere el Pueblo nicaragüense.”