Aldo Díaz Lacayo (sept. 2021).
El único deber que tenemos con la historia es rescribirla
Oscar Wilde.
Por
el majestuoso legado imperturbable de quien se suma a los inmortales,
sugiero que la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN-Managua)
instaure la cátedra Aldo Díaz Lacayo y que el Estado de Nicaragua
publique sus OBRAS COMPLETAS.
Nicaragua
debe preservar su memoria y merece continuar aprendiendo de este
comprometido hijo promotor de ideas y de acción que no fue indiferente a
su tiempo y circunstancias, alzó su voz inalterable, desde las
evidencias y la razón histórica, por la soberanía, la independencia y la
dignidad de Nuestra América.
Durante varios años, el Dr. Aldo Díaz Lacayo (Managua, 18.10.1936 – 28.05.2022), promovió en la librería Rigoberto López Pérez y otros espacios del Centro Comercial Managua, el Foro de la Controversia.
El
primer sábado de cada mes, nos dábamos cita un grupo diverso de
escritores, historiadores, académicos, políticos de variados orígenes y
curiosos ciudadanos, para conversar sobre temas históricos, nacionales,
internacionales, sociales y políticos, y en cuyos debates su anfitrión
tuvo siempre capacidad de escuchar las opiniones y argumentos más
divergentes con respeto y con humor, para expresar después, desde su
acuciosa cualidad de interpretar y sintetizar, un comentario respetuoso,
franco e impecable.
He
allí una de las características más visibles del robusto
revolucionario, historiador vocacional, escritor, maestro, librero y
diplomático nicaragüense que inició desde su temprana juventud el
inquebrantable camino de lucha desde la elaboración erudita de las ideas
y el consecuente compromiso por la acción.
Estuvo en El Chaparral (junio 1959), preámbulo sin el cual no hubiera habido revolución.
Desde Sandino a Ramón Raudales, a Carlos Fonseca…
Su
invaluable aporte no es contar la historia ni relatar los hechos
tomados de múltiples fuentes, -no es un simple contador de historias-,
sino darle una vista nueva, desde una lectura activa proporcionar una
interpretación movilizadora y transformadora capaz de sacudir las
simientes de origen, desmitificar los ídolos, desmontar el relato
matizado de ensueños, despojarlo de la fantasía de los cuentos de hadas,
de heroísmos artificiales y ubicar a los reales protagonistas, percibir
el rumbo de los acontecimientos y ubicar la historia como un
instrumento de lucha y de cambio para desenredar, repensar y tomar sus
hilos, para no dejar al azar los acontecimientos, para definir
propósitos y construir autodeterminación e independencia.
Supera
la visión nublada y caricaturizada del pasado y del futuro que
justifica lo irremediable y da continuidad a lo que se resiste a ser
vencido preservando el discurso hegemónico, excluyente, dependiente y
subalterno.
Díaz
Lacayo no es un cronista del pasado, es un neurocirujano de la historia
nacional y hispanoamericana, capaz de trepanar con minuciosidad para
evidenciar lo que el ojo común no ve, extirpar los flujos contaminantes,
cercenar las células descompuestas, recomponer los tejidos sanos para
devolver la energía vital que conecta las partes y crea nueva capacidad
de existencia con la certeza de que un futuro mejor es posible y es
nuestro.
Fue
un gran ser humano, de íntima e intensa espiritualidad que trascendió
los dogmas, sensitivo y solidario, afectuoso y coloquial. Fue, por
curiosidad emocional y racional, para superar el ímpetu de la juventud y
fortalecer el compromiso de la madurez, un estudioso de los
acontecimientos, para ser capaz de ver, en perspectiva dialéctica, desde
lo particular a lo general y de lo general a lo particular. Como
investigador y analista fue implacable y minucioso, alimentó con solidez
los argumentos, desde la convicción y la esperanza.
Alentó
el debate académico contemporáneo, desde la evidencia que percibe la
continuidad histórica, interpretó las relaciones de causalidad, ubicó
los eslabones vinculantes y las encrucijadas del pasado, percibió los
riesgos, señaló las ventanas que se abren y alumbró con serenidad el
camino que pronostica la victoria. Estaba convencido de que “incluso el
pasado puede modificarse, los historiadores no paran de demostrarlo”,
según Jean Paul Sartre.
Sentado
en la mecedora de la librería, cada tarde era ocasión propicia para
conversar, sin previa cita, de los más disímiles asuntos, de los más
complejos temas, hasta de lo cotidiano como la dieta obligada que
llevaba con rigurosa disciplina desde que su hijo Xavier le donó el
riñón que le dio una nueva oportunidad para vivir y que cuidó con
devoción y fidelidad. Amaba con entusiasmo la vida y la capacidad de
pensar, crear, escribir y conversar.
Era
capaz de saltar con precisión desde distintas realidades actuales y
pasadas, desde la temática política a la religiosa, desde la
internacional a la folclórica, de un libro a otro, de una anécdota
personal al último suceso que afectaba la economía global… Tenía la
cualidad de escuchar con atención y sin interrumpir, aunque el
interlocutor divagara en lo que no creía, y, después de procesar lo
dicho, respondía con elaborada pertinencia para concluir con una
sonrisa.
Aunque
hubiera desmontado los argumentos del otro, después de cualquier
encuentro, preservaba intactos los vínculos de respeto, sin dañar ni
ofender, pero sin omitir lo que con convicción sustentaba. No evadía el
debate ni las contradicciones, no ocultaba su posición, alzaba la voz de
la manera pertinente en el momento oportuno.
Lo
encontré por última vez en una gasolinera de la carretera a Masaya,
bajó para poner combustible al vehículo que conducía solo en la
proximidad de sus 90 años.
Nos
dimos un abrazo, conversamos. Hablamos de su salud, de nuestros
proyectos y del propósito de la vida… Después, cuando recibía el
doctorado Honoris Causa en su magistral conferencia, la última que
dictó, en el auditorio Fernando Gordillo de la UNAN-Managua, disertando
sobre su texto: “Sincerar la historia” (septiembre 2021), en el
Bicentenario de la Independencia de Centroamérica.
Un
saludo afectuoso entre la multitud, fue posible. Casi al final, el 18
de mayo, en una video-llamada que facilitó su hijo Xavier –quien anda
por allí, tras la luz del espíritu, vencedor de mil batallas-, desde su
cama de enfermo, en el hospital Carlos Roberto Huembes, después de
recibir con merecido orgullo la Orden Augusto C. Sandino en su máximo
grado “Batalla de San Jacinto”, sonrió, en sus ojos tristes, agotados
por los años y opacados por la enferma-edad (como diría el poeta José
Cuadra Vega) que lo agobiaba, hubo, como siempre luz, esperanza y
agradecimiento.
Así
lo vi al despedirme con profundo aprecio personal, por lo que aprendí
de él, por la generosidad de la que estuvo investido, por lo que para
Nicaragua representa.
Frente
a la monumental figura comprometida de erudición y madurez, que superó
el carácter anecdótico, lineal y tradicional y algunas de las omisiones
de la historia, ante el legado de contenido crítico para la acción que
deja este extraordinario revolucionario, inalterable ante la diferencia y
la adversidad, contundente en argumentos, de fidelidad incorruptible,
sin contaminarse por mezquindades ni intereses ocultos, con una grandeza
que se magnifica por la sencillez de quien no buscó protagonismo ni se
refugió en la ignorancia que lleva a la ofensa, Aldo Díaz Lacayo “es de
los muertos que nunca mueren”, es “como los santos”. Él creía, como
Salvador Allende que “la historia es nuestra y la hacen los pueblos”.
Finalmente,
desde la gratitud y el afecto que inspira su existencia y su partida,
comparto dos propuestas: son suficientes las razones por las que sugiero
que la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua cree la cátedra Aldo
Díaz Lacayo como un foro académico de controversia y aprendizaje, una
ventana de conocimientos para reinterpretar la historia como instrumento
de compromiso y cambio por la dignidad y la autodeterminación.
Además,
parece necesario que el Estado de Nicaragua publique las OBRAS
COMPLETAS (versión digital e impresa) del ilustre ciudadano que se suma a
los héroes de la patria que no deben ser olvidados y de quien podemos
aprender siempre. Nicaragua actual y futura merece preservar la memoria
del digno hijo de Managua que pasa a contarse entre sus inmortales.
https://franciscobautista.com/2022/05/29/trepanar-la-historia-para-el-compromiso-revolucionario/?fbclid=IwAR2puT_HtDsUym2azD7twoomJmrC8ukK0DGeFrNrBpz8UeaXfGwQIwYu-Mw