Hace 25 años, un joven matagalpino se dio a la tarea de sintetizar
la historia del pueblo de Nicaragua, profundizar en sus raíces y basar
la tradición sandinista de lo que sería el instrumento de organización
superior del pueblo nicaragüense: el Frente Sandinista de Liberación
Nacional. Esta tarea solamente podría ser emprendida con hombres de un
espíritu superior, y al frente de estos hombres se puso Carlos Fonseca.
Por Semanario Ventana, Barricada Cultural número 267, 8 de noviembre de 1986
No quedó en nuestro país ningún árbol ni pájaro ni río ni hombre que
no fuera tocado por el relámpago y la claridad con que los ojos azules
recorrieron la geografía de la Patria.

Logró descifrar los susurros clandestinos, los sentimientos íntimos
del pueblo, sintió las pulsaciones aceleradas de las luchas segovianas,
juntó los secretos y los convirtió en combate.
Estudió, escuchó y descubrió los misterios del pueblo para
devolverlos en conducta firma, en dignidad, en coraje, en flexibilidad y
dureza, en actitud indomable de los que se nutrió el FSLN y con ello el
pueblo de Nicaragua.
Desde entonces, hoy quienes deben comprender que algunos pájaros,
algunas frutas, solo se cosechan para una determinada raza: la raza de
los hombres libres.
El alcaraván cantó en Pancasán, en Raití y Bocay; los ríos
recogieron la sangre del “Cuje” (Faustino Ruiz) para regar la buena
nueva: el FSLN. Solo de esta manera se podían enterrar en Nicaragua las
actitudes mezquinas, entreguistas, que se venían imponiendo por los
politiqueros cuyos nombre irán quedando en el olvido.
Vale para nosotros, artistas, poetas, escritores, reflexionar sobre
estos 25 años en los que se ha venido forjando una nueva moral en todo
nuestro pueblo. Esa moral que refleja el rostro de Carlos: unos ojos
penetrantes viendo el futuro.