La madrugada del domingo ha fallecido en un hospital de Managua la militante sandinista y ejemplar revolucionaria matagalpina Isabel Castillo Casco, conocida por su seudónimo guerrillero “Venancia”. Tenía 65 años.
Poe Radio La Primerísima
Arquitecta y abogada, madre de Paola Castillo Castillo, Venancia fue una de las más destacadas revolucionarias matagalpinas, tras su incorporación al Frente Sandinista en 1977.
Nació el 2 de julio de 1960 en la ciudad de Matagalpa, Nicaragua. Fue hija de Marcela del Socorro Castillo (q.e.p.d.). Realizó sus estudios primarios en la escuela El Progreso y la educación secundaria en el Instituto Nacional de Matagalpa, que desde 1979 lleva el nombre del profesor Eliseo Picado, donde se destacó no solo como estudiante, sino también como una sobresaliente deportista en las disciplinas de baloncesto y volibol.
Desde su adolescencia, Isabel mostró un firme compromiso con las causas sociales, integrándose al Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). En 1976 y 1977 se incorporó a la Asociación de Estudiantes de Secundaria (AES). En 1978, participó activamente en la conocida “insurrección de los Niños” en la ciudad de Matagalpa, donde también tuvo participación en las negociaciones con Monseñor Miguel Obando.
Desde su juventud, Isabel fue una pionera en la lucha por la igualdad de género. Su ejemplo inspiró a muchas mujeres jóvenes a luchar por sus derechos y a tomar un papel activo en la transformación social del país. En todas las trincheras donde estuvo, defendió con firmeza los derechos de las mujeres y promovió su participación en la vida política y social.
Con el triunfo de la Revolución Popular Sandinista en 1979, Isabel pasó a desempeñar diferentes cargos y se integró a las labores productivas, siendo responsable de la brigada femenina en los cortes de café en la zona norte del país.
En 2018, se desempeñó como Secretaria Política del Distrito 2 de Matagalpa y fue una activa lideresa comunitaria en el reparto Santos López, donde vivió y trabajó incansablemente por el bienestar de su comunidad.
Por su entrega y compromiso, recibió múltiples reconocimientos, entre ellos el de “Ciudadana Notable” en la ciudad de Matagalpa, como reconocimiento a su valioso aporte al desarrollo de su comunidad.
Dos de sus mejores amigas la despiden de esta forma:
Margine Gutiérrez: Hondo pesar por la partida de nuestra querida compañera y amiga que fue una de las combatientes de primera línea de la última generación de combatientes sandinistas, de mujeres guerrilleras. Trabajó con Crescencio Rosales. Isabel era Arquitecta y Abogada y Notaria de profesión. Pero también era poeta, escritora y pintora. Es decir como muchos de nuestros grandes héroes, combatiente y artista.
Una síntesis de sus acciones valientes y heroicas: Se integró al FSLN siendo adolescente y desde entonces siempre estuvo en la primera línea de combate. Tuvo una destacada participación en la Insurrección de Agosto llegándose a decir que fue la mediadora entre las muchachas y muchachos con Miguel Obando. Tenía una gran capacidad de análisis y formación política. Creo que era la más desarrollada políticamente de ese grupo. Marchó junto a William Ramírez en El Repliegue a Masaya. Con su escuadra se tomó el Cuartel de Granada e hizo que el Comandante GN se rindiera ante el FSLN.

Ahora que ya cesaron tus dolores descansa en paz camarada con la satisfacción de saber que fuiste una pionera en la igualdad de la mujer, que fuiste ejemplo de lo que las mujeres jóvenes podían hacer, especialmente empuñar las armas para acabar con la opresión al pueblo, que en todas las trincheras en las que estuvisteis defendiste los derechos de la mujeres y peleaste por su igualdad. Matagalpa te guardará como una de las mujeres más ejemplares y valientes y siempre estaremos orgullosos de tu vida. “Qué linda se ve la compañera haciendo la guardia en el campamento guerrillero”.
Alexa Lugo: No te voy a decir adiós: te digo hasta pronto Venancia, mujer de tanta fuerza, mujer de vanguardia, mujer poetisa, mujer de tanta historia. Fuiste la mujer que me integró a la lucha estudiantil y juntas fuimos fogatas, mimeógrafo de palo, mosquitas, comunicado clandestino, bombas de contacto, molotov, insurrección. También juntas fuimos comerciantes, buhoneras, jugamos baloncesto y volibol. Juntas compusimos el mundo en aquellas pláticas interminables y viajamos imaginariamente por él. Sos una mujer con mucha historia, Isabel, te ganaste el cariño y respeto de tanta gente. Te voy a querer siempre y para siempre. Nos vemos pronto, camarada.
Testimonio de Venancia
El 7 de octubre de 1999, Isabel Castillo ofreció una entrevista en Radio La Primerísima. Esta es la transcripción
Mi incorporación a la lucha fue como a los diecisiete años. Empecé con el movimiento estudiantil en el Instituto Eliseo Picado, donde estudió Carlos Fonseca. Toda esa historia pasada, revolucionaria, fue como un incentivo para nosotros como jóvenes.
Recuerdo cuando llegué al Instituto a primer año, había un revuelo que no entendía. Un grupo de muchachos de los últimos años hizo un mitin, y varios de ellos hablaron de la justicia y de la dictadura. Tenía catorce años y con ese mitin pude entender un poco lo que pasaba. A partir de ahí, me incorporo directamente a la AES, que era la organización de secundaria estudiantil, y luego al FER, y después a una célula del Frente Sandinista; o sea, fui escalón por escalón.

No había mucho tiempo que perder. Pero, además, vivíamos en una ciudad particular, donde había toda una historia, un movimiento revolucionario en la montaña que se sentía en los comentarios de la gente, en los muertos que aparecían, la Guardia que llevaba gente a los campos de concentración en Waslala, en la montaña. Todo eso era parte de nuestro entorno cotidiano.
También una ciudad de contrastes. Una burguesía empoderada por la prosperidad del café, se sentía una división de clases terrible, que yo la sentía por mi propia extracción de clase pobre. Había dos cementerios, uno de los pobres y uno de los ricos y de los extranjeros, todas esas familias, de alemanes, gringos, e ingleses que llegaron con el boom del café. Obviamente, existían todas unas condiciones que, como jóvenes, como generación de ese momento, nos tocó vivir y tomamos la responsabilidad histórica de hacer los cambios de todo lo que era injusticia y represión de la dictadura.
Yo no me acuerdo quién me reclutó, porque era tan alborotada, que yo me fui metiendo. Mis compañeros eran Chepe González y Antonieta Gutiérrez, del Instituto; y Sadie Rivas, del Colegio San José. A ella la recuerdo con sus blue jeans, que los usábamos campana en aquel entonces, con su huelga de hambre, que fue una de la manifestaciones públicas que hizo protestando contra el aislamiento de Tomás Borge y Marcio Jaenz.
Es importante hacer un poco de historia de Matagalpa. Los indígenas matagalpinos libraron batallas memorables en contra del colonialismo español, eran valientes y aguerridos. Incluso cuando el General José Dolores Estrada combatió contra William Walker en San Jacinto, ahí había indígenas y otros pobladores de Matagalpa combatiendo con el General Estrada. Estas jornadas han pasado desapercibidas, igual pasó con agosto de 1978. Es cierto que el 22 de agosto se da el asalto al Palacio Nacional y que había una gran efervescencia, pero creo que la insurrección es la síntesis del trabajo de los años anteriores por parte del FSLN.
Cuando le enseñás al estudiante que él puede cambiar junto con el pueblo, los destinos de este país; cuando le enseñás al pueblo, que organizado es más fuerte; y luego enseñás a hacer bombas de contacto, a manejar fusiles, a manejar armas; cuando el pueblo empieza a perderle el miedo a la Guardia, yo creo que allí nace esta insurrección y la derrota del somocismo. La insurrección de agosto realmente fue un acto espontáneo, pero esto a la vez es relativo, porque el Frente ya venía preparando las condiciones para eso. En los últimos meses, todos los días hablábamos de prepararnos para la insurrección.
También había un movimiento estudiantil fuerte, que daba la cara pública y que había venido desarrollando un trabajo organizativo, de protesta, que se confrontaba sin ambigüedades. Porque la misma situación de represión nos creaba la disyuntiva: o te escondías o luchabas. Habíamos desarrollado todo un movimiento estudiantil en el norte, que surgió desde Matagalpa como huelgas locales que llegaron a ser nacionales, a nivel de secundaria. Huelgas que tenían que ver no solamente con reivindicaciones estudiantiles, sino también con demandas en el ámbito político: hablábamos de derechos humanos, de cese a la represión, de abajo la dictadura. Por todas estas actividades, en 1977 casi treinta estudiantes fuimos expulsados de todo el sistema educativo nacional. O sea, nos condenaron a no estudiar para siempre. Entonces, toda esa gente nos metimos a trabajar a tiempo completo con el Frente Sandinista, incluso en tareas clandestinas.

Fuimos expulsados veinticinco compañeros del Instituto y de otros colegios por la huelga que habíamos desarrollado, y que además la habíamos ganado en toda la negociación que hicimos, porque fue una huelga pacífica, en 1977. Comenzó a nivel local, como Instituto, pero se solidarizaron todos los otros colegios de Matagalpa y del norte, de Estelí, Boaco…
Demandábamos la expulsión de varios profesores y supervisores, que eran guardias. Los habían trasladado para controlar a los estudiantes, fortaleciendo el sistema de represión que había en el Instituto. También queríamos participación estudiantil dentro del centro. Eso generaba y mantenía en efervescencia a la juventud de Matagalpa, y efectivamente, como dice Marcos, ya estaban todas las condiciones. Había escuadras, mucha gente preparada para la guerra que se avecinaba. En estas circunstancias, la Guardia mata a Alberto Chavarría, un compañero nuestro que estudiaba en la noche y que era parte de la AES, aparece muerto.
En la Insurrección de Agosto (Insurrección de los Niños de Matagalpa) no teníamos armas, teníamos pistolitas y unas escopetas. Y esa insurrección es histórica porque precisamente las pistolitas se enfrentaron con tanquetas; porque llegaron tanquetas y aviones a bombardear y atacar esa insurrección que, prácticamente, le llamaron la insurrección de los niños, porque estábamos allí en las barricadas niños y niñas de catorce o quince años, por supuesto, con todo el apoyo de la población.
Aproximadamente estuvimos cuatro días y los sentí como una eternidad, toda una vida. Es una cosa que nunca la olvidás. En esos días nos reuníamos mucho con Crescencio. A mí ya me habían dado mi arma, al igual que a toda la célula. Crescencio decía que sentía que eso iba a explotar y nos decía: –Cuidadito, porque tenemos que esperar; porque supuestamente íbamos a coordinar la insurrección, pues eso se estaba platicado con Estelí y León.
Pero realmente ya era como aquella chimbomba que estaba inflada a punto de explotar con cualquier cosa. Cada noche había manifestaciones, mítines, y a veces ni siquiera estábamos allí. Era la gente sola entonces. Teníamos que salir en carrera a ponernos a la cabeza. A veces estábamos todo el Comité Central reunido y la manifestación pasaba en la calle, ¡ideay! No sabemos qué pasó ni sabemos de dónde surgió. Era una cosa incontrolable el nivel de efervescencia política de la gente. Entonces, la mañana en que apareció el cadáver de este compañero que había sido asesinado, Alberto Chavarría, me levanté y fui a ver qué pasaba. Venía un montón de gente con el compañero en los brazos, y la gente enfurecida no se detenía y empezaron a hacer las barricadas. Lo que hicimos muchos de nosotros fue meternos también con la gente.
No teníamos un plano de la ciudad para decir aquí va a haber una barricada y aquí otra. Fue una cosa tan espontánea, que no se podía detener. Y yo entendí, por fin, toda aquella teoría de cómo se desarrollan las condiciones de un pueblo y cómo es la insurrección. La efervescencia explota allí, toda la rabia contenida; allí pude entender realmente ese tipo de fenómeno. Destruimos un vehículo blindado, como una tanqueta, en el parque de abajo quedó, estalló como bomba de contacto.
Se formó una comisión y se habló con el Obispo Miguel Obando, y vino otra gente allí. Yo no quise entrar porque no miré muy conveniente hablar en ese momento. Formé parte de esa comisión. Era del sentimiento, junto con Sadie Rivas, de que no nos podíamos ir. No porque quisiéramos inmolarnos allí; conocíamos el carácter asesino de la Guardia y cuáles serían las repercusiones posteriores sobre la población que nos había apoyado y que iba a quedarse.

Por una de esas casualidades de la vida, yo estoy por la zona de Palo Alto, por donde se definió la casa donde se realizaría la negociación. Estábamos allí Cabrerita, el Gordo Sócrates y yo, que en ese momento éramos los líderes de ese lugar, porque no encontrábamos a los otros, o estaban en otro sector. Nos metimos a la negociación, por supuesto, sin estar autorizados.
Una de las cosas que nos dijeron fue que nos rindiéramos toditos, que entregáramos las armas, que nos reconcentráramos en determinado lugar. Nosotros decíamos: –Somos de aquí de Matagalpa, somos estudiantes matagalpinos, aquí no hay fuerza guerrillera. O sea, queríamos explicar que era un pueblo que estaba ahí, no era que habían entrado los guerrilleros de allá y que habían hecho toda una insurrección. Explicábamos que había toda una justificación a la violencia.
Testimonio de Isabel Castillo en agosto de 2023, en el acto organizado por el FSLN para conmemorar el 45 aniversario de la Insurrección de los Niños
Y queríamos saber ¿por qué nos vamos a rendir? Si nosotros hacemos eso, si nos rendimos, habrá más violencia contra nosotros –les decíamos. Ya es hora que la violencia se acabe, hay demasiados asesinatos aquí por parte de la Guardia. Buscábamos garantizar que no reprimieran a la población y aprovechamos a los periodistas que llegaron, para denunciar que la Guardia venía asesinando a la gente y que el pueblo quedaba desamparado. Por supuesto que no hicimos ninguna negociación ni nos rendimos. Al día siguiente fue la retirada.
Después que se fue el Arzobispo de Managua, la ofensiva de la Guardia se hizo más fuerte. Ellos sentían que estábamos debilitados, y venían peinando sector por sector y matando a la gente que encontraban.
Decidimos replegarnos. Nos dijeron que nos íbamos a las cuatro de la tarde. Como no me quería ir, me retiré como a las cinco de la tarde. Salí con Alexa, Ileana y otra gente, éramos diez compañeros; sentimos las balas en los pies, porque ya la Guardia estaba por todos lados. La gran decepción mía es que nos habían dicho que por Apante, por un determinado sitio, nos replegáramos y que ahí iba a estar una escuadra guerrillera esperándonos. Nos dijeron: –Allí va a estar una escuadra guerrillera esperando. Y ¡no había nadie!

Cuando llegamos al sitio, esperamos toda la noche, esperamos el día siguiente, y nada. Y decíamos: “¿Qué hacemos nosotros perdidos en este monte, además, para dónde agarrábamos?”. Mucha gente se quedó en Matagalpa en casas de seguridad, y otros nos tuvimos que ir, porque ya no podíamos regresar a la ciudad. Salimos hacia Estelí, caminando, sorteando a la Guardia. A mí me costó seis días llegar a Estelí. Después de Matagalpa, yo seguí la misma ruta de Marcos Largaespada, “Will”. Habíamos oído que la insurrección de Estelí se avecinaba; pudimos llegar y buscar a gente que conocíamos. Nos fuimos por decisión propia. Ahí me encontré a toda la gente que había estado en la insurrección de Matagalpa, me encontré con Marcos; estuvimos en la guerrilla, en la Unidad de Combate General Pedro Altamirano, por casi ocho meses; luego me trasladan a Managua a la casa de seguridad.
Me encomiendan una misión en la mera insurrección de Managua. Ya habíamos pasado la casa de seguridad que teníamos en Santa Clara, al Comando Central de Managua, y me mandan a traer a unos diez compañeros que estaban en la Carretera Sur, que acababan de hacer una emboscada cerca de El Crucero y teníamos que retirarlos. Debía manejar un microbús, pasar por el Centro Cívico donde estaba toda la Guardia, y ¡yo ni siquiera podía manejar! Cuando llego, ahí estaba Marcos, ¡otra vez! Marcos con toda esa gente.
Y ellos se tenían que integrar a la insurrección de Managua, en los barrios orientales. Cuando vengo con ellos, se me apagó el microbús en el semáforo del Centro Cívico; cuando quise arrancar, no pude. Y la Guardia enfrente y toda esta gente armada en el microbús. No sabía manejar, pero al hombre que le tocaba, no quiso ir, el hombre se echó para atrás, y ¡va la “Venancia” para allá! Yo me fui y así, cancaneando, trajimos a Marcos y su unidad. Estuvimos en toda la insurrección de Managua, en El Repliegue, en la toma de Jinotepe, en la toma de Granada.
Mi mensaje a esta generación es que vivan su momento histórico. No hay dos momentos históricos para la juventud, y éste es el momento de retomar un poco la historia de su pueblo, la historia de Nicaragua, que ha sido una historia de lucha, de resistencia, por reencontrar su propia cultura, sus propios valores. A las mujeres quiero decirles que tenemos un lugar en esa historia y tenemos mucho que aportar.
