Nicaragua - realidad nacional, delirio neocolonial

 


Un académico de nombre Jonah Walters ha publicado recientemente un par de ataques al modelo político y económico que se está construyendo en Nicaragua bajo el gobierno sandinista del presidente Daniel Ortega. El ataque suyo publicado por el Congreso Norteamericano sobre América Latina "El desarrollismo de Ortega se basa en la "economía popular" -pero ¿qué significa eso?" alega que la incuestionable democratización económica de la economía nicaragüense es un espejismo, reforzando en realidad los patrones neoliberales de poder económico oligárquico y corporativo en Nicaragua. 

Por Stephen Sefton y Jorge Capelan, Tortilla con Sal.

 Otro ataque en New Left Review, "Ortega's Synthesis", despliega una serie de falsedades para justificar el argumento de Walters de que el modelo político y económico de Nicaragua está en crisis y tiene pocas probabilidades de sobrevivir.

Ambos ataques siguen la conocida lógica patológica de la cinta de Moebius que la guerra psicológica occidental siempre sigue contra las naciones objetivo, desde Cuba a Siria o desde Irán a Venezuela. Así, los gobiernos de los países de la OTAN financian a los medios de comunicación locales de la oposición y a las ONG para que generen falsedades, a menudo basadas en deliberadas provocaciones terroristas de activistas políticos de la oposición. Esos informes falsos de la oposición son reciclados como hechos verdaderos por los medios de comunicación y las ONG occidentales, que a su vez generan reacciones en las instituciones internacionales. Esas reacciones son retomadas por las fuentes locales originales de los informes falsos para intensificar su campaña de guerra psicológica financiada por los países de la OTAN, tanto en el país bajo ataque como en el extranjero. El proceso es interminable.

En ese contexto, los artículos de Walters son simplemente un ejemplo más del engaño y el autoengaño de las clases geerenciales intelectuales seudoprogresistas occidentales en el mundo académico y en las organizaciones no gubernamentales, ambos sectores financiados en su gran mayoría por los gobiernos de los países de la OTAN y las empresas multinacionales occidentales. En relación con Nicaragua, esta clase intelectual falsamente progresista ha utilizado sus medios de comunicación y sus ONG durante más de veinte años para atacar al Frente Sandinista, poniéndose categóricamente del lado de las fuerzas políticas opositores del país, patrocinadas por el gobierno estadounidense y alineadas con la derecha, en particular el Movimiento de Renovación Sandinista, socialdemócrata, dirigido originalmente por Sergio Ramírez y Dora María Téllez, y apoyado por otros ex-sandinistas destacados como Mónica Baltodano.

Cuando Rodolfo Walsh escribió que "la historia parece propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las otras cosas" (Fuente: https://citas.in/autores/rodolfo-walsh/?o=popular), hizo un retrato anticipado del papel de medios de comunicación como NACLA y la New Left Review. Estos y otros medios aparentemente radicales o progresistas informan sobre asuntos internacionales publicando esencialmente propaganda neocolonial con un sabor progresista. Con frecuencia, estos medios instruyen al mundo mayoritario sobre dónde se han cometido errores y amonestan a los gobiernos y movimientos políticos del mundo mayoritario por sus supuestas deficiencias en materia de derechos humanos o por no ser suficientemente progresistas o revolucionarios.

Los dos artículos de Walters sobre Nicaragua siguen ese modelo de discurso neocolonial. Su artículo en NACLA concluye sobre el gobierno del presidente Ortega que "habiendo ya aumentado la tasa de explotación en sectores capitalistas clave hasta un grado insostenible, también carecía de la influencia popular para contener los conflictos sociales perturbadores por más tiempo. Esta es la fuente de la profunda y continua crisis política del gobierno de Ortega, que no será fácilmente superada..."

Las falsas y ofuscadas conclusiones de Walters delatan el hecho de que no tiene ni la más mínima idea del desarrollo de la vida política y económica a nivel de base en Nicaragua desde 1990. Su perspectiva está dominada por las visiones delirantes de los ex sandinistas socialdemócratas que se separaron del Frente Sandinista en 1994. Ese hecho se hace aún más evidente cuando uno lee las tergiversaciones engañosas y francamente falsas de Walters sobre la crisis de 2018 que presenta en su artículo de la New Left Review donde atribuye como causa de la crisis de 2018 "una propuesta de reforma de la seguridad social que habría aumentado las contribuciones personales y patronales al tiempo que imponía una reducción del 5% en las prestaciones"

Por el contrario, no hubo un recorte generalizado del 5% en las prestaciones de los trabajadores y pensionistas. El texto completo de la propuesta de reforma de la Seguridad Social defiende claramente los derechos de los trabajadores y los pensionistas, tratando de extender a los pensionistas la misma asistencia sanitaria integral de la que disfrutan las y los trabajadores activos que cotizan al INSS, financiada por una modesta tasa del 5% sobre las pensiones de los jubilados. El irrisorio resumen de Walters ignora por completo la realidad de la medida propuesta, que iba a hacer recaer la carga del aumento de la Seguridad Social en los empresarios, no en los trabajadores. De hecho, el Gobierno pretendía proteger el sistema sanitario de la Seguridad Social y aumentar la cobertura y las prestaciones de la Seguridad Social como un bien público colectivo, proponiendo:

* Aumentar gradualmente la contribución del empleador en un 3,25%.

* Aumentar la contribución de los trabajadores en un 0,75%.

* Aumentar la contribución del gobierno para los trabajadores del sector público en un 1,25%.

* Hacer que las personas con salarios elevados coticen a la seguridad social en proporción a sus ingresos

* Retener el 5% de las pensiones de las y los jubilados para ofrecerles la misma asistencia sanitaria que a las y los trabajadores activos.

* Mantener en 750 el número de cotizaciones semanales para tener derecho a la pensión completa

* Mantener la pensión reducida y la pensión mínima para los que tienen derecho a ella.

* Mantenimiento de la paga extra de Navidad

* Mantener el valor de las pensiones frente a la devaluación anual del Banco Central

* Mantener todas las clínicas del INSS en el sistema público

Los partidarios de la oposición política socialdemócrata nicaragüense, como Jonah Walters, ocultan constantemente el hecho de que la organización patronal COSEP abogó por eliminar la mayoría de estos derechos, duplicar el número de cotizaciones semanales y privatizar las clínicas del INSS. Así, el relato de Walters sobre el tema de la Seguridad Social en Nicaragua en abril de 2018 es francamente mendaz. Cualquier editor concienzudo lo habría detectado. En cambio, a lo largo de su artículo de la New Left Review, Walters se sale con la suya avanzando una tras otra mentira de la oposición financiada por Estados Unidos, mientras omite deliberadamente los tetimonios y materiales que contradicen sus tergiversaciones.

Por ejemplo, Walters también afirma falsamente en la New Left Review que "el gobierno de Ortega ha lanzado a la policía contra los trabajadores en huelga y ha respaldado la violencia de los colonos en las regiones indígenas de Nicaragua". Pero la policía de Nicaragua bajo los gobiernos sandinistas en funciones desde 2007 nunca ha atacado a los trabajadores en huelga y Walters no ofrece ningún ejemplo de tales ataques. Si tiene en mente los feroces enfrentamientos de 2018, entonces, de hecho, la policía estuvo bajo constantes ataques salvajes de manifestantes fuertemente armados, a menudo al amparo de manifestaciones por lo demás pacíficas solo en apariencia, como se verifica en estas entrevistas aquí , aquí y también aquí.

Del mismo modo, las afirmaciones de Walters sobre el papel del gobierno en la violencia contra los pueblos indígenas son totalmente falsas. Desde 2014, cuando el partido miskito Yatama, dirigido por el ex agente de la CIA Brooklyn Rivera, perdió las elecciones para el control del gobierno regional en la Región Autónoma del Caribe Norte de Nicaragua, los neocoloniales progresistas extranjeros repitieron persistentemente la propaganda de Yatama y de otros opositores que afirmaban que el gobierno inspiró la violencia contra los pueblos indígenas. Pero se puede ver la realidad del apoyo decisivo del gobierno a los derechos de los pueblos indígenas y de las mentiras de la oposición sobre esa realidad aquí, aquí, aquí y aquí. El gobierno de Nicaragua promueve y defiende uno de los sistemas de autogobierno de los pueblos indígenas más avanzados del mundo.

Walters continúa su mendaz relato de los acontecimientos en Nicaragua en 2018 afirmando: "El Día de la Madre, cientos de miles de personas marcharon para llorar a los estudiantes universitarios asesinados por las fuerzas del Estado. La policía respondió disparando balas contra la multitud". En realidad ese día hubo dos grandes marchas, una de la oposición, organizada en gran parte por la Iglesia Católica, y otra en apoyo al gobierno. En los incidentes a los que se refiere Walters en Managua, 20 policías y varios simpatizantes sandinistas sufrieron graves heridas por parte de francotiradores de la oposición, incluyendo varias heridas mortales. Esos acontecimientos han sido cubiertos aquí, aquí y aquí. Ese mismo día, en La Trinidad, cerca de Estelí, pistoleros de la oposición atacaron una caravana de paz sandinista hiriendo a un total de 47 policías y simpatizantes sandinistas, uno de ellos mortalmente, mientras que otro murió más tarde a causa de sus heridas. De los más de 260 muertos a lo largo de la crisis de 2018, alrededor de una docena eran estudiantes universitarios o de secundaria, de los cuales varios fueron asesinados por la violencia de la oposición.

Estos ejemplos de la mendacidad de Walters en su artículo de New Left Review nos llevan de nuevo a las falsas conclusiones que saca en su artículo de NACLA. El argumento clave de Walters para atacar la democratización económica revolucionaria de Nicaragua es que las políticas gubernamentales que promueven la economía popular, cooperativa y asociativa fomentan de hecho una especie de "neoliberalismo desde abajo". Pero aplicar esa formulación en Nicaragua es ridículo y burdo, dado que el Frente Sandinista de Nicaragua ha defendido resueltamente su programa histórico revolucionario de 1969 durante más de cincuenta años. Ofreciendo asistencia sanitaria universal y gratuita, educación gratuita desde el preescolar hasta la universidad, incluida la formación técnica profesional gratuita, seguridad alimentaria, reforma agraria, vivienda accesible, además de contar con una de las políticas más avanzadas de toda América en materia de igualdad de género y derechos de los pueblos indígenas.


Walters demuestra constantemente su amplia ignorancia de la realidad y la historia reciente de Nicaragua, argumentando, por ejemplo, que el líder sandinista Orlando Núñez Soto en la década de 1990 propuso una estrategia para la transición socialista, "que enfatizaba la empresa cooperativa sobre la confrontación política con el neoliberalismo". Esto también es simplemente falso. Por el contrario, lo que la dirección del Frente Sandinista, incluyendo al compañero Orlando Núñez, proponía era que los campesinos y trabajadores del campo y de las ciudades se organizaran para defender las propiedades que habían conquistado tras décadas de lucha.

Entre 1990 y 2006 Nicaragua fue testigo de feroces batallas de los sectores populares del país contra el neoliberalismo, en defensa de las conquistas revolucionarias de los años 80, contra los intentos de privatización de los servicios públicos como, por ejemplo, el agua, y apoyando la defensa de la cuota estatutaria de las universidades del país del 6% del presupuesto nacional, entre otros muchos ejemplos de enérgicas protestas y decidida acción cívica. Al igual que en toda América Latina, Nicaragua durante el neoliberalismo fue un teatro de amargas luchas sociales, con el Frente Sandinista tanto en su seno como a la cabeza. El movimiento popular en la Nicaragua posterior a 1990 logró avances clave en comparación con otros movimientos populares de la región.

Nicaragua contaba con un partido político radical de masas, el mayor del país. Tenía décadas de experiencia revolucionaria con miles de profesionales revolucionarios de los sectores populares que habían terminado sus estudios universitarios en los años 80. Sobre todo, podía enfrentarse a un Estado neoliberal cuyas fuerzas de seguridad no habían sido educadas y entrenadas para atacar a los trabajadores y campesinos. Por eso no hubo masacres durante ese período en Nicaragua, a pesar de los repetidos esfuerzos de las administraciones neoliberales respaldadas por Estados Unidos para que la policía nacional y el ejército nicaragüense utilizaran sus armas de fuego para disparar a los manifestantes obreros y campesinos.

Inmediatamente después de la derrota electoral de 1990, el Comandante Daniel Ortega dijo que a partir de entonces el FSLN "gobernaría desde abajo", lo que significaba una confrontación política abierta con el neoliberalismo. También afirmó que el FSLN volvería al poder por el voto popular y no por la violencia, convencido de que el pueblo nicaragüense inevitablemente pediría cuentas a las administraciones neoliberales dirigidos por Estados Unidos por el caos y el sufrimiento causados por sus políticas. Daniel Ortega tenía razón entonces y ahora, 30 años después, el pueblo nicaragüense ha vuelto a ratificar su fe en su liderazgo y en el Frente Sandinista en las primeras elecciones del país libres de la injerencia de Estados Unidos y sus aliados.

La economía popular, familiar, cooperativa y asociativa del país ha sacado a Nicaragua intacta política, económica y socialmente de la crisis de 2018 y de los efectos gravemente perjudiciales de las medidas económicas globales adoptadas para hacer frente a Covid-19. Como resultado, el crecimiento económico de Nicaragua en 2021 será superior al 9%, con proyecciones conservadoras de entre el 4% y el 5% para 2022. Esta realidad deja sin sentido la afirmación de Walters de que el país ha estado atravesando una crisis política impulsada por las contradicciones económicas. Pretende argumentar, en contra de todos los hechos evidentes, que Nicaragua ha experimentado algún tipo de resistencia popular amplia a las políticas económicas del gobierno.

Lo cierto es todo lo contrario. A lo largo de 2018 y 2019 el gobierno sandinista de Nicaragua derrotó un ataque desesperado y concertado por parte de la oligarquía financiera, empresarial y mediática del país, aliada con organizaciones opositoras financiadas por Estados Unidos y prácticamente sin base popular. Sólo la ahora ampliamente despreciada y desacreditada jerarquía reaccionaria de la Iglesia católica fue capaz de movilizar un apoyo verdaderamente masivo en las manifestaciones de abril y mayo de 2018. En junio, la población en general reaccionó contra la represión criminal que estaba sufriendo a manos de los matones y delincuentes que extorsionaban, agredían y mataban a personas por orden de los organizadores del golpe. A mediados de julio, el intento de golpe de Estado había terminado

A través de la intentona golpista que organizaron, la oligarquía del país, respaldada por Estados Unidos y personificada por la familia Chamorro, pretendía revertir la revolucionaria democratización económica llevada a cabo bajo el mandato del presidente Daniel Ortega desde enero de 2007. Sin un verdadero apoyo popular, tuvieron que recurrir a bandas criminales como las organizadas por Félix Maradiaga en Managua, que quemaron la oficina central de Managua de la cooperativa de ahorro y crédito más importante del país, CARUNA. O las bandas suministradas y pagadas por Dora María Téllez en Masaya que quemaron gran parte de la zona del mercado popular de Masaya.


Esta es la realidad política y económica del fallido intento de golpe de Estado en Nicaragua en 2018 que los apologistas de la oposición como Jonah Walters tratan de encubrir en todo lo que escriben. Mientras tanto, en Norteamérica y Europa, los mismos falsos progresistas y radicales que atacan las políticas del gobierno revolucionario sandinista de Nicaragua se han demostrado ser incapaces de defender incluso los derechos más básicos de sus pueblos. Han fracasado dos veces en impedir las transferencias masivas de riqueza a las élites gobernantes en Norteamérica y Europa, primero durante la crisis de 2008-2009 y de nuevo en 2020. En cambio, más recientemente, se han confabulado en el abuso estatal y empresarial más reaccionario manipulando los pretextos de salud pública para reajustar sus economías y rehacer sus sociedades en un molde corporativo antidemocrático y antihumanitario.

Tampoco han sido capaces de movilizarse eficazmente para protestar contra las repetidas agresiones en el extranjero de sus gobiernos de los países de la OTAN contra los pueblos del mundo mayoritario por los que todos esos progresistas y radicales neocoloniales dicen preocuparse tanto. En el caso de Nicaragua, el pueblo del país tiene muchos retos por delante que afrontar y superar. Lo hace con orgullo y confianza en sus propias capacidades y con un justificado optimismo en que su gobierno sandinista les ayudará finalmente a realizar el potencial soberano de su país. Y lo harán junto con los pueblos de Bolivia, Cuba y Venezuela y el resto de la región para derrotar los continuos intentos por dominarlos de las élites norteamericanos y europeos  y sus aliados de clase.

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